Siempre he tenido la extraña convicción de que el año debería comenzar en septiembre. Cada vez que entramos en la segunda quincena de agosto, mi mente despierta aquella sensación que mi ‘yo’ del pasado solía sentir: la nostalgia del verano, el dolor de dejar atrás los almendrados de chocolate blanco y la adrenalina de empezar una nueva etapa. Estos sentimientos siempre me acompañaban en la vuelta al cole, a la universidad o al trabajo, pero este año, han sido provocados por una sola cosa: el regreso de LaLiga.

La vuelta de la competición liguera suele traer consigo estrés, cansancio, tensión y una serie de síntomas poco saludables para el ser humano. Llegados a este punto, siempre surge la misma pregunta: ¿por qué nos gusta tanto este deporte? Tal vez, en parte, sea por esas mismas emociones tan intensas que provoca. Después de todo, ¿qué sería de nosotros sin esa sensación tan extraña? Quizás seríamos más felices, pero nos sentiríamos menos vivos.

Ser del RCD Mallorca nunca ha sido fácil. Si lo fuera, no estaríamos aquí. Somos personas hechas a prueba de balas. No corremos al agua cuando la arena quema; nos comemos el pescado con espinas y no le tememos al infierno, porque el Dimonió está de nuestro lado. Ser del conjunto bermellón genera un sentimiento difícil de describir; por eso sabemos que estamos en el lado correcto.

Vuelve LaLiga. Vuelve el RCD Mallorca. Pero, sobre todo, regresa nuestra particular vuelta al cole. Es el momento de comprar el nuevo material: la equipación oficial, el abono y las bocinas. Es el momento de enfrentar el año con motivación, de darle la bienvenida a los nuevos, y, cómo no, de celebrar el nuevo récord de abonados: 22.058 mallorquinistas dejándose la garganta por toda una isla.