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En una cita como la de este sábado, hay muchos factores que son importantes, más allá de los meramente futbolísticos, como los nervios, la tensión, la adrenalina… Entre estos aspectos, hay uno que puede ser clave: la presión. La presión para esta final la tiene el Athletic, que es el favorito y lleva 40 años sin ganar la Copa del Rey. El Mallorca, en cambio, tiene mucho que ganar y poco que perder. Como dijo Andy Kohlberg, «nosotros somos los aspirantes».

Desde este papel de «dame la piel del corderito, que me queda muy bien«, los bermellones se sienten muy cómodos, es algo que ya ocurrió contra el Girona y la Real Sociedad. A pesar de la inexperiencia en partidos de esta magnitud, estos jugadores han demostrado que saben manejar estas situaciones perfectamente. Ya sucedió en la vuelta de la semifinal en Anoeta, en la que el Mallorca dejó una imagen inédita, saltando y celebrando en el corrillo previo a la tanda de penaltis.

Alguien que expresa y transmite todo esto a la perfección es Javier Aguirre. Recordando partidos como el de Osasuna, en el que el Mallorca se jugaba la permanencia en la última jornada y en el que realmente sí que había presión y había mucho que perder, el mexicano ha dejado una gran metáfora de cara a la final: «La final es como el postre, si no te lo comes, no pasa nada, pero si dejamos de comer -refiriéndose al partido frente a Osasuna- , sí pasa».

Aguirre no es el único que está utilizando esta estrategia de meterle toda la presión al Athletic. Otros que también lo están haciendo son Muriqi, Raíllo o Abdón, que cada vez que les preguntan por las posibilidades de llevarse el título, no dudan en dar a los de Valverde como favoritos. Y aunque esto pueda verse como una ‘táctica’, es la realidad.

Llegar hasta aquí ya era impensable, nosotros ya hemos ganado. El camino recorrido y toda la previa que llevamos viviendo durante este mes es nuestra victoria. Ganar el sábado sería la guinda del pastel, pero la derrota no sería una catástrofe ni mucho menos. Presión no hay ninguna. Jugarse la permanencia en 90 minutos, en un partido que, futbolísticamente, te puede cambiar la vida, eso sí que es presión. Y es algo a lo que esta plantilla está más que acostumbrada.