Nadie está preparado para sufrir una pérdida. Ni las personas más fuertes. Rehacerse es una obligación. Como también lo es deambular por un camino lleno de bajadas y subidas hasta estabilizar el presente otra vez, como si nada hubiera pasado, aunque siempre aparezca en los pensamientos de la persona que lo lamenta. Es natural. Tanto como la lluvia que cae sobre las calles de los municipios mallorquines.
Eso es exactamente lo que ha hecho el equipo de Javier Aguirre. Intentar sobreponerse a pérdidas que, o son momentáneas, como la de Raíllo, o ley de vida, como las de Kang-In Lee e Íñigo Ruiz de Galarreta.
El Mallorca, que la temporada pasada hizo un curso excepcional con una meritoria novena plaza, ha perdido hasta como mínimo entrado noviembre a más de la mitad de su columna vertebral. Si aceptamos, como es lógico, que los cinco mejores jugadores fueron Rajkovic, Raíllo, Galarreta, Kang In y Muriqi, entendemos que solo quedan dos futbolistas, el portero serbio y el delantero kosovar, para intentar igualar un éxito que hacía una década que ningún mallorquinista veía.
Es cierto que Pablo Ortells, CEO deportivo, ha fichado jugadores para suplir el vacío, más grande que un agujero negro, que dejan en el sistema del vasco Aguirre. El mexicano todavía no le ha sacado provecho a esos dos futbolistas que han caído de rodillas en un fútbol y un sistema al que no se han adaptado. Cyle Larin, delantero por el que se pagó alrededor de 8 millones, y Sergi Darder, mediapunta de Artà y ex del Espanyol, tienen que dar un paso más, aunque diferente.
La implicación de Darder es incuestionable. Quiso regresar al equipo de sus raíces y, aunque todavía no ha demostrado el precio por el que se pagó, su problema es la adaptación al juego del equipo bermellón. Tiempo y paciencia. Si Tchouaméni, mediocentro del Real Madrid que costó cerca de 100 millones, no rindió en su primera temporada con la camiseta blanca cuesta pedir a un futbolista que, aunque lo dé todo, como lo hará Darder, se le critique aún costándole demostrar y mostrar el excelso nivel de su juego.
Es el turno de Sergi Darder; el @RCD_Mallorca necesita los trucos del mago de Artà.
— FutbolMallorca (@FutbolMallorca) September 13, 2023
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Una cosa diferente es Cyle Larin. Javier Aguirre reconoció que cuando arribó el canadiense solo estaba al 10% de su nivel. Y, es entonces, cuando sí se le puede reprochar la actitud a un futbolista, que es quien debe dejarse la piel en el césped de terreno por su honradez, el club que le paga y los aficionados que le animan. Dos futbolistas y dos personas diferentes.
Así es como un equipo intenta sobreponerse a las pérdidas estelares que tanto daño y vacío han dejado sobre los mallorquinistas. Tiempo, paciencia y resignación son quizás algunas de las aptitudes que todos los bermellones tendrán que vivir mientras disfruten de un chispazo, una estrella fugaz o una lluvia en pleno agosto como Samú Costa, para que levante de sus asientos a unos aficionados que solo quieren ilusionarse y vivir ilusionados después de perder a dos futbolistas que les regalaron sonrisas, alegría y felicidad. Algo tan complicado como preciado en estos días.