El RCD Mallorca tiene aún mucho trabajo por delante a falta de menos de veinte días para que LaLiga empiece. Y lo tiene en muchos sentidos. Desde terminar la pretemporada con tres partidos más, a pulir la confección de la plantilla con hasta un total de cuatro o cinco fichajes. Pablo Ortells debe ponerse de nuevo el mono de trabajo tras estar expectante en Austria. Sergi Darder y Cyle Larin son dos suculentos objetivos, pero la realidad es que se trata de dos operaciones sumamente complejas. A 24 de julio, la llegada tanto del mallorquín como del canadiense están en el aire.

Dos victorias y un empate. Ese es el bagaje que suma el Mallorca de Javier Aguirre tras la disputa de tres partidos en Austria. Hablamos de 1-3 ante el Union Gurten, el 0-9 contra el SV Reid II y, por último, el 1-1 frente al Köln. El último partido de los mencionados es, tal vez, el mejor ejemplo o el actual punto de referencia por el nivel del rival (los dos primeros son equipos de la tercera división austriaca y el Köln de Bundesliga). Por delante, quedan aún tres partidos más de los cuales sabemos que dos serán ante Poblense y Sunderland. ¿El tercero? Sorpresa.

Ahora la papeleta la tiene Ortells. Las llegadas de Omar Mascarell, Toni Lato y Siebe Van der Heyden ayudan a mejorar la faceta defensiva del combinado balear, pero aún falta mucho por pulir. Las salidas de Kang-In Lee o Íñigo Ruiz de Galarreta son tremendamente sensibles, y Ortells debe encontrar recambios de garantías. Por no decir que arriba únicamente están Vedat Muriqi y Abdón Prats. Las salidas de Ángel Rodríguez o Tino Kadewere también obligan al Mallorca a fichar en la delantera. En definitiva: quedan menos de 20 días para jugar ante Las Palmas y aún queda mucho trabajo por realizar. 

En todo este contexto, la afición del RCD Mallorca comienza a estar nerviosa. Ve que pasan los días y las semanas, analiza todos los rumores que aparecen en redes sociales, y la incertidumbre aumenta. Son solo tres las incorporaciones realizadas hasta la fecha, tras un total de nueve bajas. El desequilibrio es tremendamente llamativo y, para algunos, preocupante. Pese a tener un once de garantías -pero algo justo-, el aficionado espera un arreón final a la altura de las expectativas