Minuto 83. El Mallorca gana 2-1. Tres puntos vitales que le mantienen en la lucha por la salvación. Pero todavía queda mucho. No mucho partido. Este partido no se puede escapar. Son Moix lo sabe, Aguirre lo sabe, los jugadores lo saben. Pero hay uno, que lo sabe mejor que nadie. Falta a favor del Alavés en su propio campo. Muriqi, con cuatro tarjetas, sabe cuál es su misión. Interrumpir el saque de falta para perder tiempo y ganarse la quinta amarilla. Pero, ¿realmente quiere esa quinta tarjeta?

Vedat Muriqi, un jugador cedido en el Mallorca y sin un futuro asegurado en la Lazio, tiene la posibilidad de jugar en el Camp Nou. Uno de los mayores escaparates del mundo. Un lugar donde, de hacerlo bien, de marcar gol, podría ver aumentado su caché. Y él lo sabe. En realidad, todos lo sabemos. Nadie podría echarle en cara no forzar esa tarjeta por querer jugar contra uno de los mejores equipos del mundo en su primera temporada en La Liga.

Sin embargo, ‘El Pirata’ tenía otro plan. El kosovar sabía perfectamente que quizá esta sea la última vez que juegue contra el Barça, pero también sabe perfectamente que su equipo le necesita para los partidos que vienen después, para el verdadero barro. Y Muriqi, en un acto de entrega y generosidad a estos colores, decide mantenerse delante de la pelota ante el saque de Laguardia. Y no una, sino dos veces, como si el mundo le estuviera dando la oportunidad de replantearse las cosas. Pero no, él lo tiene claro. Él ha venido para mancharse las manos. Para ponerse el mono de trabajo y ayudar a que este equipo, que hasta su llegada parecía un equipo muerto, se deje hasta la última gota de sudor para quedarse una temporada más en Primera.

El tiempo dirá si ha valido la pena, si la aportación del kosovar fue suficiente para reanimar a este equipo. Pero, si se logra el objetivo, yo quiero una plantilla con Muriqi y 22 más. El corazón de un mallorquinista no se compra con dinero ni con palabras, el corazón de un mallorquinista se gana en pequeñas cosas como esta tarjeta amarilla. Pero una vez ganado, ese amor es, tajantemente, eterno.