El Mallorca jugó un partido de 45 minutos. Parece que el equipo
engulle a toda cara fresca inexplicablemente. Un coche con pintura nueva pero
con la misma carrocería de base. Con lo que se está jugando el club y el equipo
tiene el atrevimiento de tirar una media parte a la basura. Una entidad como el
Mallorca no puede dar la imagen de la primera mitad del pasado domingo porque
aparenta una plantilla que necesita un rebote mayúsculo del aficionado para estimular
a los suyos. Despierten.
¿Se sabe a qué juegan? Fernando Vázquez es el primero en comprender
que la situación es del todo ardua, admitiendo que “está siendo más complicado
de lo que me pensaba”. La frase es considerable, descifrando en ella un mensaje
directo a los jugadores. Y es que el Mallorca ahora mismo no despunta en
ninguna faceta del juego. Sin plan definido, el conjunto mallorquín ni
contragolpea ni domina los encuentros. Encima la línea que asistía y amarraba al
equipo, los defensores, se hallan en la torpeza y la desconexión permanente. La
bipolaridad aun persiste.
Reaccionó. Pero tarde. Afrontar los partidos de esta manera suele
pasar mala factura. Es como ponerse a estudiar el último día el examen con días
de antelación para la preparación. A veces no suele salir del todo mal. Pasó en
Son Moix, donde no respondieron hasta que el nubarrón pasó por encima del verde.
Después lo despejaron a medias con el orgullo del empuje de algunos. De
aquellos que conocen más lo que era el Mallorca y lo que es ahora. Pero al
final, disputar duelos así es pan para hoy y hambre para mañana.