Algunos parecen que no se acuerdan, pero yo sí. Recuerdo ese año 2003. Y lo recuerdo con un cariño y una admiración más que resaltable. Recuerdo también cómo estaba la Plaza de las Tortugas. Cómo todo aficionado salió a la calle y fue al aeropuerto para recibir al equipo que en aquel entonces entrenaba Gregorio Manzano. También me acuerdo del partido, aunque por mi edad -en aquel entonces solo tenía siete años- lo recuerdo más por los muchos resúmenes que he visto que por verlo en directo. Ver a Nadal levantando la Copa del Rey, ver a Eto’o anotar dos goles y, sobre todo, ver una final inédita que nadie pronosticó. Sí. Fue una final. De Copa del Rey. Y no. No estaba ni Madrid ni Barça. Tal vez para el empresario de turno que solo piensa en ganar dinero no sea el partido más esperado, pero para dos aficiones y dos equipos fue el partido de sus vidas.

El camino del RCD Mallorca esa temporada en la competición liguera no fue, ni por asomo, sencillo. Real Valladolid en octavos de final, Real Madrid en cuartos, Deportivo de la Coruña en semis y el Recreativo de Huelva en la final. Ah, y todos (exceptuando obviamente la final) a doble partido. Con este repaso vengo a decir que si un equipo modesto como lo eran en aquel entonces tanto Mallorca como Recreativo ayuda a mejorar el fútbol a nivel nacional. ¿Que el Madrid tiene 19 Copas de Rey? Maravilloso, pero que el Mallorca tenga una enriquece a la entidad y ayuda a que equipos modestos puedan soñar. 

Este hecho no es un fracaso. Como algunos apuntan, el sistema de antaño fracasó porque los equipos «grandes» desprestigiaban la Copa, era algo secundario. Está claro que eso es un error por parte de dichas entidades, pero también lo es por parte del señor que hace tal afirmación. Como veis, ni me planteo hablar del hombre en cuestión. Sería darle un protagonismo que esperemos vaya reduciéndose.