Siguiendo los funestos pasos de los apagones de Menorca, abatida por la meteorología, y haciendo apología a la (supuestamente) noche más terrorófica del año, los focos y el mediocampo de Son Moix se apagaron. La luz volvió, pero dejó sin alumbrar la parcela gobernada por la dupla Baba-Faurlín. Gobernada o dejada a la deriva, eso ya es mera terminología.
Tras bailar a la luz de las tantas linternas que alumbraron la grada, Daniele Verde se encargó de dar el segundo y tercer susto de la noche. El truco fue el delicado trato que su zurda le dió al balón, entrando en dos ocasiones por la autopista «Arjen Robben» y perforando la red desde fuera del área. Daniele, sin embargo, no fue la única máquina que se rebeló en contra del Mallorca. Vicente se mostró desquiciado como nunca cuando, por error, Pablo Ramón salió del campo sustituido por Stoichkov. Quiso darle los 90 minutos al primer futbolista nacido en el siglo XI en vestir la camiseta del primer equipo y el cartelillo se negó.
Las que si que funcionaron, volviendo a la vida tras meses de ostracismo, fueron las piernas de Buenacasa y Sastre. Cada uno con su gol particular: Sergio en la portería y Joan en el brazo, en forma de brazalete, que llenó de orgullo a una grada entregada a las dos reapariciones.