Se pierden las tertulias de café. Las propias cafeterías, también, ya suenan a raro. La época enterrada de la Madrid bohemia cuando Valle-Inclán frecuentaba, entre otros muchos, la Flor y Nata y su hijo tenía que rescatarle, en modo flotador, para recordarle la hora de comer. Café Pombo era de la misma manera un lugar de reunión, principalmente en su sótano, emergiendo Ramón Gómez de la Serna, biógrafo de Valle-Inclán, como figura importante de unos coloquios en recintos actualmente imposibles de imaginar. Básicamente por una cuestión simple y llanamente económica, tecnológica y global. En esas tertulias el café era la única fuente de ingreso y la estancia en el recinto solía ser de larga duración, cosa que rentabilidad poca aunque, en aquel tiempo de la primera mitad del siglo XX, el dinero no era un activo tan provocador y agresivo.
Hasta hace muy poco algunos emblemas de núcleos urbanos, sobreviviendo bajo la portería los contraataques de los verdes, llegaron ofreciendo el producto y servicio de toda la vida. La ejemplificación propia palmesana son el Cafè Líric o el Bar Cristal. Probablemente no se publicitó ningún Valle-Inclán de la época, pero el mercadeo de conocimiento era el mismo. No se podían ver prácticamente ningún partido si no era en vivo y eso hacía acontecer una tertulia musculada por el trasvase de información, los comentarios de unos y las visiones de otros atracando en la reunión tras el encuentro.
El escenario podría ser viable viviendo en una competición con poca retransmisión televisiva de calidad. Los bares podrían distinguirse como antaño en mesas sin aparatos y con la cara de pie. Se hablaría del final de una racha de 372 partidos en casa sin perder reflejo de un equipo que atraviesa, o ha atravesado ya, el obstáculo de ir el primero no sabiéndose el camino hasta llegar al destino playoff a cara de perro. Todo sería un poco más sano pudiendo decir algo sin tener en mente el arrepentimiento porque aquello queda marcado poco en la mesa y se desvanece. Perdiendo como se perdió el pasado domingo seguro que quedaría una tertulia más acoplada a los principios mallorquines. Un producto difícil de superar. Sin embargo, todo era un sueño. La derrota no, y Segunda B tampoco.