Antes perder era lo normal. Ahora tampoco viene del todo mal resbalar en una superficie de nueve colchones de diferencia, aunque sería imperdonable darle cancha de repente a la palabra acostumbrarse. Igualmente, las bajas (Salva Sevilla, Álex López, Joan Sastre y Aridai) protagonizaron la inclinación rampante al no poder sumar en peso a la balanza del encuentro. Moreno pensó previamente en el convencimiento de haber confeccionado un once de garantías. No bastó. Tanto fue la indispuesta puesta en escena que, de otro rebote más al club de López, Raíllo fue expulsado en el ejercicio de la autolesión. Salió un equipo descolgado del partido.
Antes todo era más complicado. Ahora el proto orden ha desembarrado el lodazal que nació parejo a la caída libre. Se casaron y algunos vivieron la retransmisión de los hechos refugiados en las descripciones ensambladas por el aspecto más extradeportivo, gracias desgraciadamente al exitoso descalabro aupado por figuras valientes de descaro. Elaborar una pieza refinada de la fragancia rancia contextual a imagen y semejanza que el chocolate tenía su mérito. A pesar de manejarse perfectamente componiendo sucesos en el verde, las breaking news salían pestilentemente del campo de despachos y bufetes. En esa época él «Preferiría no hacerlo». Sin embargo, era zurdo cerrado de clase para temas capitaneados por astutos desequilibrados. Imaginarse al otro lado del teléfono a Gregory House teutón debía ser mezcla de sonrisas e indiferencias.
Antes el periodismo deportivo era barriobajerismo oficial en muchas redacciones. Ahora la cuota de pantalla genérica impulsa el low cost de la sección deportes, y nos lo comemos con patatas justamente. Recién aterrizado, él tuvo que editar la crónica de un colaborador que decía así: «Ganó el favorito en una tarde de sorpresas». La primera sorpresa de muchas, quien sabe. Otra fue su exilio de Twitter. Se forrarían los extraordinarios coaches de vida si rascan en la obsesión twittera. En El Toralín se descubrió, en esos años del chocolate, cómo se introducía metadona sin usuario navegando enmascarado en dicha comunidad. No se pudo contener y decidió volver apostando por ir de la mano junto a Alzamora, pero no lo llegó a conseguir. Siempre quedará en el recuerdo cuando Miquel Alzamora se abrió y cerró ipso facto una cuenta para informarse de los Juegos. El mismo día que hoy, veintisiete, dejó en forma de epílogo la redacción de deportes. Se despidió con el trauma de no haber podido sacar nunca una frase inteligente a un futbolista. Reflejo, si cabe, de una incomodidad vencida nula de confort. Era evidente, faltaba teología y geometría.