Sobretodo cuando eres joven, necesitas formar parte de una. Sentirte identificado, respaldado. Querido, en definitiva. En el colegio, en tus veranos en el pueblo y en tu equipo de futbol siempre es bonito tenerla. Pero también cuando creces, formas una familia y curras en un sitio que te gustará más o te gustará menos. Ahí también es importante sentirse identificado y querido. Por eso mantenemos a los amigos de la infancia y la adolescencia aunque no se tenga la cercanía de antaño, aunque cada uno lleve su vida. Por que nos gusta sentirnos arropados por nuestra gente, con las que compartimos mil y un memorias.
Pero no todo se trata del pasado. Al fin y al cabo, la amistad es como el trayecto de un tren. Algunos de los que empezaron el viaje contigo se bajan antes de lo que esperabas o se cambian de vagón y se alejan, otros se suben de repente. Algunos simplemente no pretendían bajarse nunca y eres tu el que te bajas del suyo. Así de cambiante es la cosa. Y en ocasiones, en las peores, hay que hacer limpieza total. Como tuvo que hacer el Mallorca este verano. Los desertores que dejaron el club a la deriva en el ámbito deportivo ya no lucen el escudo en su pecho. Y demos gracias por ello. Vicente Moreno no fue el primero pero si el más importante fichaje. Él es el corazón. Y todos los futbolistas que consiguió traer -porque no tengo duda de que lo consiguió él- como Reina, Giner o Álex López, los que consiguió que quedasen -véase Lago, Raíllo o el artífice del término «somos una piña», Damiá- y el resto de componentes de la plantilla forman LA PIÑA, en merecidas mayúsculas, que lidera la división de bronce con puño de hierro.
Us esperam diumenge a Son Moix! Som una ?! ? pic.twitter.com/FEN5WKiPDF
— RCD Mallorca (@RCD_Mallorca) 3 de noviembre de 2017
Retomando la metáfora del tren. El año que viene, se ascienda o no, la piña se disolverá. Y es algo que debemos tener presente. Algunos bajaran del tren porque les ofrecerán asiento en otro más rápido y moderno, otros por necesidad personal o por andar buscando nuevos aires, nuevas aventuras. Igual que los que acabamos el bachiller y huimos de la isla. No por disgusto, si no por ansia de conocer mundo. Y nos separamos. Los más afortunados –y echados para adelante– nos vamos a Barcelona, a Madrid, incluso al extranjero. Algunos otros se quedan en casa. Nos dividimos, cada uno con sus objetivos y ambiciones. Y dejamos que se suba gente nueva a nuestro tren y nos subimos nosotros a los suyos. Pero el secreto de una piña está en su madurez. No dejéis que la distancia, la progresiva pérdida de contacto y las nuevas amistades os hagan perder a los vuestros. Os conviene mantener a vuestra verdadera Ananas comosus durante todo el trayecto.