El azar es la palabra con la peor definición. Causalidad, circunstancias imprevisibles o la no intención indeterminada robustecen la descripción del vocablo más determinante en la vida humana. Fue a finales del siglo XVIII, como este término ocupó un sello imperturbable en el condado de Surrey, Inglaterra. Y un conde, concretamente el decimosegundo de Derby, quiso poner su nombre en una nueva carrera de caballos en Epsom (Surrey). Antes eran los aristócratas quienes, bajo la injusticia de la desigualdad, abarrotaban los nombres de lugares, trofeos y carreras. Ahora es la multinacional, bajo la injustica desigualdad económica, quienes catapultan su firma. El conde de Derby se la jugó, tras un cena en su propiedad y seguramente condimentado ya con ingestas de alcohol, con Sir Charles Bunbury a cara o cruz de una moneda con el objetivo de conseguir poner su nombre en la prueba. Ganó el conde y apareció The Derby Stakes, aun vigente y celebrada cada primer sábado de Junio en Epsom Downs.

Cuadro de John Frederick Herring bajo el título de «The Start of the 1844 ‘Dirty’ Derby». Reflejo de las antiguas carreras de caballos en Epsom Downs

Entonces la rivalidad, entre la esfera de jockeys y propietarios, germinó que el nombre de la prueba aconteciera un significado de disputa. Por tanto, volviendo al apartado de peores definiciones, derbi es también una víctima más de la violación del significado por parte de profesionales y aficionados en cuanto al apartado futbolístico de la palabra se refiere. Y es que un Formentera-Mallorca por ahora no puede llevar dicha denominación de origen, con unos combates deportivos que no han sido constantes y además de que el pasado sábado se inauguraba el primer enfrentamiento de los dos equipos en Segunda División B. Otra cosa es que los aficionados busquen transformar el concepto en forma de hechos materializados en movilizaciones. El desplazamiento de los más de quinientos mallorquinistas hasta Formentera reflejó la calidad de congregación y Societat Civil Catalana ya está intentando buscar el primer traspaso de unos cuantos aficionados. Era tal la poderosa masa mallorquinista en el Municipal de Sant Francesc que casi suplantaban a la afición local, más si dos bodas en la isla menor pitiusa fueron las culpables de restar músculo en las gradas del Formentera. Nunca tientes a la bodas.

Pues los derbis restan puntos al Mallorca (ahora soy yo quien tras el sermón anterior utilizo mal el vocablo). Incluso alguno gritó algo así como «Joan Sastre nos marca el camino», refiriéndose al lateral mallorquín por ser el único jugador de la plantilla que sin él se ha empatado las dos únicas veces. Formentera no fue el CD Ebro y el míster de los locales, Tito García Sanjuán, tenía un plan y le salió bastante bien: el Mallorca hace daño en los espacios, pues vamos a regalarle toda la posesión del mundo. Y se pusieron por delante, algo que el Mallorca nunca antes había experimentado esta temporada como también el tanto que es el primero a domicilio. Igualmente, con o sin posesión, los de Vicente Moreno no ganaron teniendo delante un equipo desgastado por otro partido histórico en Copa ante el Athletic del pasado miércoles. El empate fue justo y los mallorquinistas dieron por bueno el punto. Ya lo decía Héctor Cúper en algunas charlas antes del partido: «Ahora tenemos un punto. No vayamos a perderlo».