Todos los palos han sido tocados prácticamente en un plantilla escasa de competitividad. Una jornada más, Son Moix presenció un filme para guardar arriba en la estantería y dejar que se inunde de polvo. Un recital estéril en la primera «final» para Sergi Barjuan. Y ya pasados los noventa minutos, los pocos deberes que podía traerse hechos el exjugador del Barcelona a Mallorca se vieron en su primer examen. Prueba incontestable de que, sin tiempo para otra cosa que no sea reaccionar, le pilló rápido y corriendo formar el once de inicio. Un esquema en el que por encima de todo sorprendió la incursión de dos extremos para que fijara solo ante el peligro Brandon Thomas, que no destaca en materializar centros desde las bandas. El sinsentido también residió en el mediocampo donde Sasa Zdjelar, pivote de contención, se colocó el disfraz de mediapunta y tras la destitución a marchas forzadas de Javier Olaizola, es más que una evidencia la obligación desde la parte directiva de aglutinar todo los minutos del costado izquierdo en el cuerpo de Angeliño.

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Ante la situación más que crítica, es de obligado cumplimiento nuevas caras o un reciclaje de estas para afrontar el final de temporada más importante del siglo XXI. Remover en lo removido, subir jugadores nuevos hacia una plantilla sobredimensionada y lo más importante: encontrar las ganas de futbolistas para revertir una situación enfermiza. Porque uno de los motivos que podrían desplazar el barco en la dirección adecuada sería introducir el hambre y las ganas necesarias para recortar los cinco puntos que ahora mismo ponen el precio al Mallorca en Segunda División B.

Los de Pepe Gálvez podrían ser uno de los revulsivos para despertar al primer equipo.

Muchos son partidarios de nutrir jugadores del filial buscando el despertar de la primera plantilla. No obstante, sí es cierto que Olaizola ya introdujo jugadores del Mallorca B como fue el caso de Juanjo Nieto, James Davis o Ángel Sánchez  sin éxito en topar buscando puntuar. Por otro lado, futbolistas relegados como Joan Oriol y Óscar Díaz desde enero podrían, antes de marchar en junio, tener una última oportunidad de intentar salvar con su aportación la entidad balear. Todo pasa en hacer algo distinto, ya que lo realizado hasta ahora solo ha servido para hundir día sí y día también el club bermellón. Además, aunque el Mallorca lleve ocho encuentros seguidos sin conocer los tres puntos o lo que es lo mismo: tres puntos desde el 12 de febrero -su última victoria de la temporada ante el Rayo-, está con la soga al cuello pero con tiempo de permanecer en Segunda. Y es que los hechos son la obra representada infalsificable y el Real Mallorca deambula y ha deambulado cerca de las cuatro campañas en la división de plata. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas y todo lo que sea cambiar en busca de algo mejor que se exige imprescindible será luz en el camino. A estas alturas se deben de tomar todos los riesgos, para que no digan que murieron sin intentarlo.