El juego de la selección portuguesa no es brillante principalmente porque tiene dos debilidades: la línea de creación y el delantero centro. Dos debilidades que no las debería tener un equipo que quiere aspirar a ganar trofeos importantes. En el centro del campo, el único jugador que tiene calidad para jugar en un equipo grande es João Moutinho, el resto de centrocampistas, principalmente Miguel Veloso y Raul Meireles están varios escalones por debajo. En la punta del equipo nos encontramos con el gran problema, Portugal lleva arrastrando muchos años la falta de un delantero centro que asegure goles. Desde la retirada de Pauleta, la selección portuguesa no ha conseguido encontrar un delantero que logre suplirle. Ante este problema, Carlos Queiroz imitó a Mourinho e intentó probar a Cristiano Ronaldo de 9, pero dio el mismo resultado, fundamentalmente porque Cristiano no se siente cómodo jugando de delantero centro, su posición favorita es en la banda izquierda, donde tiene libertad para arrancar y realizar la diagonal, o bien sorprendiendo a la defensa llegando desde segunda línea. Por lo tanto la selección portuguesa se ha tenido que conformar con Hélder Postiga, delantero del Valencia CF. Sin embargo, lo que le falta en el centro de la delantera le sobra en las bandas. Y es que Portugal es una fantástica fábrica de grandes extremos: Luis Figo, Simão, Quaresma, Nani, y el mismo Cristiano Ronaldo.
Históricamente Portugal nunca ha sido una potencia del fútbol mundial, su mejor momento llegó en la Eurocopa de 2004 y en el Mundial de 2006. Aprovechando la fantástica generación de futbolistas portugueses que habían logrado la Champions League con el Oporto (Carvalho, Maniche, Costinha, Deco…) junto a Figo, Pauleta y un jovencísimo Ronaldo, Portugal consiguió ser subcampeón de Europa en su casa. Probablemente Portugal no mereció perder la final contra Grecia, pero un gol de Charisteas a la salida de un córner dio el único título internacional a los helenos. En el Mundial 2006, Portugal continuó con la generación y logró alcanzar las semifinales y un meritorio cuarto puesto. Desde entonces, el mejor resultado en una competición intercontinental fue el cuarto puesto conseguido en la pasada Eurocopa, donde sólo los penaltis contra España la privaron de disputar la final.