Maheta Molango: tienes trabajo. La nueva propiedad ya sabe lo que
es el Real Mallorca. Le han bastado dos partidos para contemplar que este
equipo necesita como el comer pasar por la máquina de autolavado. El encuentro
del pasado domingo evidenció un equipo sin alma, vacío, que con muy poco le
escamotean por todos los flancos. Cierto es que hoy serán presentados los dos
primeros fichajes de la “Era Sarver”. Pero no basta. Y ya se sabe el mallazo
que utiliza Molango. Toca la misma partitura en su discurso cargado de
propósitos. Ojalá la canción se convierta en una banda sonora de referencia en
la élite del futbol. Sin embargo, el camino es muy largo. Primero toca limpiar
y arreglar. Y no será fácil.
La sentencia de Pepe Gálvez. El entrenador de Calviá tiene más de
pie y medio fuera del club. Ha suspendido. Cinco partidos y tan solo una
victoria en su primer test frente al Albacete. Lo nuevo siempre gusta pero la
cuestión era olvidar al Chapi apostando por materia prima de la casa. Aunque el
domingo el míster mallorquín se vistió de Albert Ferrer componiendo un once
donde el invento de Sissoko de banda izquierda fue un lapsus inadmisible a
estas alturas, dejando a James, un revulsivo nato, en Palma. El tiro por la
culata de los dirigentes al aventurarse por Gálvez y Alfonso ya es un hecho.
Cabe decir, también, que tampoco se pueden hacer milagros con la plantilla
confeccionada por Miquel Àngel Nadal. La prueba son los precedentes
futbolísticos de los jugadores del Mallorca. Aunque quieras vender con otra
etiqueta todo se acaba descubriendo por el reverso de dicho producto.

En descenso. Vuelven a entrar en el furgón de cola tras dos
jornadas fuera pero estando permanentemente en el precipicio. Esta es la
auténtica realidad de un equipo que ha tenido que ir relegando con el paso del
tiempo su discurso maquillado. Ahora sí se pueden ver con claridad las arrugas.
Porque el reflejo en el Nuevo Arcángel era de un encuentro entre niños y
mayores. La sensación de percibir un conjunto de jugadores que se conocieron el
día antes para que se pusieran de acuerdo para disputar el partido. Observar
las caras de los jugadores en el transcurso del partido bastaba. Son ellos los
primeros en saber que no están a la altura, que veían que su embarcación, un
simple bote, haría aguas viendo como se acercaba el tsunami. La cresta de la
ola inmensa estaba conducida por dos futbolistas que, perfectamente, pudieron
haber estado esta temporada en el Mallorca. Xisco Jiménez y Florín Andone conocen
la isla y llevan ellos dos los mismos goles que toda la plantilla mallorquina. Dos
equipos sumamente alejados. El detalle de ver a Joan Oriol tirando faltas habla
por sí solo. Hay trabajo. Y mucho.