El fútbol no entiende de justicia, solo de goles. Puedes dominar, sufrir, perdonar o resistir, pero al final, lo único que cuenta es quién empuja el balón al fondo de las mallas. En Son Moix, el Mallorca y el Alavés se enfrentaron en un duelo donde cada error pesaba como una losa y cada acierto valía oro. Entre el viento, la tensión y las oportunidades desperdiciadas, el destino del partido se escribió en los pequeños detalles, esos que marcan la diferencia entre la gloria y el lamento. Entre Europa y el descenso. Entre la felicidad y el desconsuelo.

El inicio de la fiesta estuvo protagonizada por la celebración del día de las Islas Baleares. La bandera balear, junto a varios cantos y bailes como La Balanguera y el himno oficial del Mallorca auguraban un buen presagio para los bermellones. Apenas en el minuto 8, Takuma Asano sacó un golpeo de ciencia ficción para abrir el marcador. Un zurdazo a la escuadra, digno de rendir homenaje a su compatriota Oliver Atom. Mientras tanto, las tímidas acometidas del Alavés no suponían una amenaza para Greif, que solo tuvo que lidiar con el viento que azotaba Son Moix . En el 25′ llegaría el que podría haber sido un punto de inflexión en el encuentro. Vedat Muriqi, completamente solo ante Sivera, desperdició una ocasión inmejorable al mandar el balón desviado a la izquierda de la portería. Las idas y venidas sin contundencia de ambos equipos marcaron el desvanecimiento de la primera mitad.

Ya en la segunda, el conjunto de el Chacho Coudet acechaba el área de Greif con más intensidad, pero las ocasiones más claras seguían llegando por parte del RCD Mallorca. Vedat Muriqi, en apenas dos minutos, tendría un cabezazo y un balón a placer para poner el segundo y matar el partido, pero el kosovar no tenía su noche. Y a estas alturas de la temporada, si perdonas, lo pagas. Y en el 68′ de encuentro, Kike García cazó un balón en el área pequeña y marcó el empate con un tanto de los suyos: oportunista, pícaro y letal.  El encuentro entró en fase de máxima tensión, Europa y el descenso estaban en juego.

Ambos conjuntos buscaban un gol que sirviera como catapulta hacia el objetivo. En los minutos finales, el encuentro se convirtió en un manojo de nervios, pero ni los bermellones lograron desatar la euforia ni los vitorianos culminaron la remontada. Al final, el empate dejó un sabor agridulce en Son Moix: el Mallorca dejó escapar dos puntos que parecían suyos, y el Alavés, pese a la reacción, sigue atrapado en la incertidumbre de la lucha por la permanencia. El RCD Mallorca termina la jornada octavo a dos puntos de zonas europeas. El sueño sigue vivo.