Hace poco leí que los postres saben mejor si te los comes con cuchara pequeña. La frase se quedó dando vueltas en mi cabeza y la apunté porque sabía que me serviría para algún texto o simplemente como tema de conversación por si un día me quedo encerrado con alguien en un ascensor. Si lo piensas bien, la frase es la hostia. Te dice poco, pero significa mucho. Y lo mejor es que puedes aplicarla a cualquier aspecto de la vida sin que nadie te mire raro. Por ejemplo: las series. Estoy volviendo a ver Castle por cuarta vez en mi vida, y hasta ahora, había visto las ocho temporadas del tirón como quien devora un plato de macarrones boloñesa con extra de queso a las seis de la mañana después de salir de fiesta. Pero esta vez he entendido que a los postres saben mejor si te los comes con una cuchara pequeña, y ver tan solo un capítulo después del trabajo me alegra el día por completo.
Pasa lo mismo con los desayunos. No es lo mismo desayunar un martes que un sábado. Entre semana, todo lo que ocurre entre las seis y las nueve de la mañana se convierte en un trámite. Algo que haces deprisa, mientras miras el reloj y piensas en todo lo que debes hacer durante el día. Sin embargo, el sábado se convierte en aquel ratito para comer el postre con una cuchara pequeña. El café sabe mejor, la tostada nunca cae por la parte de la mermelada y los minutos se estiran como si el tiempo no tuviera prisa.
Algo parecido pasó ayer con el Mallorca. El tanto del empate de Martin Valjent llegó tras pasar la frontera de los 90 minutos y con el Sevilla celebrando la victoria. Esta temporada, el optimismo y la paciencia están a la orden del día en todo el mallorquinismo. Sin prisa, pero sin pausa. A un punto de Europa, pero aún más importante: a siete de conseguir los famosos 42 que te auguran la “salvación matemática”. Ojalá este Mallorca dure mucho tiempo. Aquel que se deja todo para el final. Aquel que sabe que puede luchar por algo más que la supervivencia. Aquel que se come el postre con cuchara pequeña.