El Mallorca se la juega. Una victoria de los bermellones ante el Almería finiquitaría la salvación y dejaría el último partido de liga contra el Getafe de mero trámite. En un ambiente enrarecido, el equipo de Javier Aguirre necesita ganar para olvidarse del resultado del Cádiz para celebrar una salvación y una temporada histórica. Ganar para salvarse.

Los baleares ya tuvieron un match ball en Pamplona para dejar de preocuparse de los demás equipos y solo pensar en sí mismos. Ante el colista gozan de su segunda oportunidad. Una segunda oportunidad que no quieren dejar escapar para así poder celebrar su tercera permanencia consecutiva ante su afición.

El partido sabe a final. A final de las que tiene que jugar el Mallorca: por la salvación. Alejados del estado utópico e ilusorio vivido en La Cartuja, este es uno de los partidos que el equipo bermellón soñaba con disputar hace escasos cinco años. Da la sensación entre el mallorquinismo que la temporada cansa, pero está a solo una victoria de enrachar tres permanencias consecutivas en primera división, algo verdaderamente asombroso, si se recuerda de dónde viene.

El equipo de Javier Aguirre afronta el choque con un jugador entre algodones, Antonio Raíllo, y la baja de Van der Heyden. En cambio, recupera a Valjent y Muriqi para esta final, sancionados en su encuentro ante el Osasuna por acumulación de amarillas. Se prevé un once de gala muy similar al de la final de la Copa del Rey con la eterna duda en la delantera entre Abdón y Larin, la aparición de Darder y la permanencia en los carriles de Gio González y Jaume Costa.

El equipo almeriense hará rotaciones y Pepe Mel dará minutos a los futbolistas que menos oportunidades han gozado sobre el verde. El aliciente lo pondrá Luka Romero, exfutbolista del Mallorca, que con su desborde y buen trato de balón se puede convertir en un auténtico dolor de muelas para la defensa bermellona.

La afición mallorquinista ha preparado un recibimiento para apoyar a su equipo en un ambiente de despedida. Al menos de los futbolistas y con el futuro de Aguirre en el aire. Pero antes hay que hacer el trabajo: ganar para salvarse.