Han pasado más de seis años desde que el RCD Mallorca descendiera en Miranda de Ebro a Segunda División B. Concretamente, en la fecha en la que se publica este artículo, 2480 días. No vengo a dar una lección de mallorquinismo, ni mucho mucho menos. Solo a reflexionar sobre el viaje del equipo. El dónde estaba. El cómo se transformó. En lo que se ha convertido actualmente. Rozando la treintena, la de La Cartuja será la primera final que vea siendo plenamente consciente. Somos muchos que en 2003 -yo tenía apenas siete años- no teníamos las herramientas necesarias para vivir como tocaba una final de Copa del Rey. Claro que me sé el resultado. Los goleadores. Habré visto el partido unas cinco veces. Muchas más ocasiones he revisitado resúmenes en hemerotecas. Pero como se ha dicho en más de una ocasión, la nueva generación de mallorquinistas tiene momentos muy puntuales de felicidad.
Estuve en el descenso a Segunda B. En Miranda de Ebro. La expedición salía desde Palma. Nada más llegar, la lluvia nos advirtió de que el día no iba a ser nada sencillo. Probar por primera vez el pacharán lo corroboraba aún más. Las posibilidades de salvación eran remotas. La temporada había sido, una vez más, un fiasco tremebundo. Con Sergi Barjuan en el banquillo, el mallorquinismo veía cómo el fútbol profesional desaparecía. El Mirandés ya estaba descendido, y el 2-2 final hizo que el Mallorca le acompañase. El trayecto de vuelta fue escalofriante. No recuerdo nada igual. El silencio entre la afición era sepulcral. Se había tocado fondo y lo peor era no saber qué iba a pasar con el club. La confianza era nula, pero ese descenso fue un punto de inflexión.
Desplazar 20.000 mallorquinistas a Sevilla: ¿misión imposible? ????
— FutbolMallorca (@FutbolMallorca) March 13, 2024
Tras el acto del @RCD_Mallorca de este miércoles, está todo más claro y se respira optimismo.
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El camino tiene un final: La Cartuja
En Segunda B lo pasamos pipa. Piscinas en Peralada. Golazos de falta de Salva Sevilla. Abdón Prats volviendo a casa para disfrazarse de héroe. Figuras como Antonio Raíllo, Lago Junior o Damià Sabater quedándose en el club pese a descender. Ver a jugadores como Àlex López, Marc Pedraza, Joan Sastre, Manolo Reina, Aridai Cabrera, Xisco Campos o Javier Bonilla desfilar por Son Moix y devolver la ilusión a una afición que se esperaba lo peor. Esa retahíla de nombres ascendió a Segunda. Ya de nuevo en el fútbol profesional se unieron Dani Rodríguez, Martin Valjent, Ante Budimir, Pervis Estupiñán o Leo Suárez. Todos ellos ascendieron a Primera División. Todo, bajo las órdenes de Vicente Moreno. Todo, tras la noche de San Juan más mágica y que, junto al descenso a Segunda B y la final del Copa de este 2024, serán los días que marcarán a los mallorquinistas.
Y sí. Llegó el COVID-19 y un nuevo descenso. Pero era diferente. Luis García Plaza cogió las riendas del club y juntos silbamos en la misma dirección. Con un nuevo ascenso, la estabilidad en Primera era la prioridad. Llegó Javier Aguirre. La salvación en Pamplona. Llegó el sueño europeo y, ahora, una final de Copa. 2480 días después de ese descenso a Segunda B, la historia del Mallorca ha dado un vuelco tremendo. Y entre ellos habrá miles de historias: alegrías, lloros, derrotas, victorias, goles en el descuento, nervios. Pero es innegable reconocer que el viaje ha sido -y lo seguirá siendo- muy bonito. Ojalá todos los que fuimos a Miranda de Ebro hace 2480 días nos reencontremos en La Cartuja.