Publicidad

No es un sueño. Ni un error. Tampoco estamos en el día de los Inocentes. Cada letra que vas a leer es pura verdad. Puro sentimiento. El Real Club Deportivo Mallorca estará el 6 de abril en La Cartuja, en la final de la Copa del Rey. El partido en el Reale Arena no fue nada sencillo. Más bien todo lo contrario. Una batalla intensa, sin descanso. El tiempo reglamentario terminó 1-1. Marcó primero Gio González; lo empató Mikel Oyarzabal. Nadie pudo volver a gritar hasta la tanda de penaltis. Ahí los bermellones se vengaron por todo y lograron anotar los cinco lanzamientos. Vedat Muriqi, Manu Morlanes, Omar Mascarell, Nemanja Radonjic y Sergi Darder. Del punto de penalti a los libros de historia. 

De más a menos. El planteamiento de los de Aguirre fue sobresaliente. Al menos, durante los primeros minutos. Con una gran actividad por parte de jugadores como Abdón, Antonio Sánchez o Dani Rodríguez, los bermellones incluso ‘dominaron’ a la Real. Sin embargo, los nervios fueron a más. Y es que las imprecisiones y la falta de ideas se hicieron muy regulares por parte de los mallorquinistas. Samu Costa o Gio González no eran capaces de lucir como sí han hecho en el pasado. Aún así, el equipo vasco no creaba excesivo peligro a la portería de Greif. Sí se crecieron a partir del minuto veinte, donde destellos de Take Kubo hicieron a los de Alguacil gozar de acercamientos importantes. Pero la oportunidad más importante fue desde los once metros. Unas manos clamorosas de Raíllo dieron a la Real una ocasión de lujo al filo del descanso. Todo, en una primera mitad donde la igualdad estuvo a la orden del día. Y se mantuvo: Greif detuvo el penalti de Brais para que todo el mallorquinismo siguiera soñando.

La segunda parte empezó como si de un guion de película se tratara. Porque al penalti detenido por Greif, el Mallorca se iba a adelantar en el marcador a los cinco minutos. Una acción de Larin medida por cartabón, un centro de Jaume Costa y un remate exquisito de Gio. El 0-1 en el marcador encendió aún más a los locales. La Real puso una marcha más; por su parte, el Mallorca tiró de galones para sacar al relucir el fútbol tequila. Pero el tequila, como en la vida, se termina tarde o temprano. Rondaba el minuto 70 cuando Mikel Oyarzabal empataba el encuentro. Las embestidas de lo locales no cesaban. Por un lado, por el otro y por el centro. Una avalancha que, eso sí, logró mantener el Mallorca a base de resistencia. Greif seguía seguro bajo palos y los vascos fueron incapaces de sentenciar la semifinal. Ya en la prórroga, nadie fue capaz de ponerse por delante. Incluso el Mallorca tuvo mejores sensaciones. La tanda de penaltis sería la crisálida. Y ahí los bermellones no fallaron.