El Mallorca ha pasado de tener buena suerte, a mala. Todo lo que salía de cara al equipo del vasco la temporada pasada, esta campaña le sale cruz. Quizás se entrena y tenga una teoría que alguien pueda defender -y más en la era de polarización-, pero la suerte es esquiva para el equipo que entrena Javier Aguirre.

La eficacia de la temporada pasada contrasta con la incapacidad de materializar los goles, en esencial de Muriqi y Abdón que juntos llevan ocho goles, para traducirlos en los puntos necesarios para respirar tranquilo en mitad de tabla. Este año el equipo marca mucho y recibe mucho. 

Y esa eficacia depende de elementos que a veces son más pequeños de lo que uno puede pensar. Porque el engranaje de cualquier situación de éxito es el resultado de pequeñas combinaciones acertadas que crean la realidad deseada. Tan real como la felicidad de un niño jugando con un balón. 

Aunque las piezas del engranaje han cambiado esta temporada para Javier Aguirre, es más importante el funcionamiento que se hace de él que copiar el funcionamiento del engranaje anterior. Es un error habitual para aquellos que les cueste girar páginas y avanzar.

La cuestión principal de la temporada pasada fue la seguridad, confianza, orden y creatividad que le aportó al club los cinco magníficos: Kang In Lee, Muriqi, Rajkovic, Galarreta y Raíllo. Esta temporada las bajas de Galarreta y Lee, han sido sustituidas por Larin y Darder, que todavía carecen de la capacidad suficiente para girar al ritmo de un equipo sin el orden de Raíllo.

A las ausencias paralizantes hay que añadir las lesiones y la mala profesionalidad del delantero canadiense. Es por eso que todo lo que un día salió cara hoy es una cruz para el equipo de Javier Aguirre que juega ante la Real Sociedad este sábado a las 14.00 en San Sebastián.