España consiguió la proeza de ganar el Mundial de Australia y Nueva Zelanda el pasado domingo tras vencer 1-0 ante Inglaterra con un zurdazo de Olga Carmona a pase de Mariona Caldentey. Sí, somos campeonas. Un éxito conseguido con pocos recursos y en una situación social y laboral desigual comparada con los hombres.

El lunes releí una entrevista que le hicieron a Cata Coll en 2019 en la revista IN PALMA y hubo un fragmento del artículo en el que me quedé pensando sobre el esfuerzo y la fortaleza mental de todas las futbolistas que han cumplido su sueño, alegrando a millones de personas. 

El fragmento es el siguiente: “Al fútbol empecé a jugar a los 6 años en el patio del colegio. Sebas, mi mejor amigo, siempre jugaba con la pelota. Y un día yo le dije: ‘quiero jugar contigo’. Es verdad que algunos niños mayores me llamaban marimacho, y a veces no me dejaban jugar con ellos. Pero Sebas siempre me elegía para su equipo y al final ganábamos. Todos se sorprendían y se callaban la boca, porque se daban cuenta de que yo podía hacer lo mismo que ellos. O mejor”. 

Recordar es a veces vivir mejor el presente porque cuando olvidamos lo sucedido, caer en el error de que todo aquello pasó y  creemos que jamás volverá, es el primer paso para que el pasado dañino vuelve a aparecer. Es por eso, que tras leer esas palabras, sentí que estas jugadoras han logrado mucho más que proclamarse campeonas del mundo. Han logrado romper décadas de sufrimiento por hacer lo que verdaderamente quieren, como en este caso jugar a fútbol.

Aparte de todas las futbolistas que han hecho posible campeonar y convertirse en estrellas mundiales, han conseguido mucho más que campeonar. Serán las referentes de muchas generaciones que ya desean colgar en sus habitaciones pósteres con las imágenes de sus futbolistas, aumentará el fútbol base, ayudarán a que ninguna mujer se sienta discriminada o que dejen de recibir comentarios arcaicos, se intercambiarán cromos de la nueva temporada de la Liga F, se comprarán camisetas con sus nombres y, paso a paso, aquello que un día fue un sueño se convertirá en realidad.

Hay que hablar más de ellas, visibilizar su esfuerzo, su constancia y su atrevimiento. Ellas lo han conseguido, pero hay muchas mujeres que han ayudado a conseguirlo como todas las jugadoras de generaciones pasadas. Es quizás un éxito compartido como con las 15, que fueron algunas menos, que lucharon por conseguir más derechos profesionales para la selección nacional femenina. Hay éxitos invisibles que hay que visibilizarlos más como este. Ellas han vivido en sus carnes la euforia de convertirse en campeonas del mundo, una experiencia inigualable para una futbolista. Pero el mayor éxito que conseguirán es que desaparezcan actitudes machistas y misóginas con todas las mujeres que quieran jugar al fútbol. Cada vez hay menos, pero todavía existen.

Tal y como sucedió con el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, besando a una futbolista y agarrándose los huevos en el palco. Personas como Rubiales deben alejarse de un foco que debe ser para: Misa, Enith Salon, Cata Coll, Oihane Hernández, Laia Codina, Ona Batlle, Rocío Gálvez, Irene Paredes, Olga Carmona, Ivana Andrés, Jenni Hermoso, Teresa Abelleira, Aitana Bonmatí, Alexia Putellas, María Pérez, Irene Guerrero, Claudia Zornoza, Mariona Caldentey, Eva Navarro, Salma Paralluelo, Athenea del Castillo, Alba Redondo, Esther González. Y también para las futbolistas que se revelaron y que se quedaron sin Mundial por defender los derechos por los que pelearon: Ainhoa Vicente, Patri Guijarro, Sandra Paños, Amaiur Sarriegi, Leila Ouahabi, Lucía García, Mapi León, Laia Aleixandri, Claudia Pina, Lola Gallardo, Nerea Eizagirre y Andrea Pereira.

¡Gracias Campeonas!