«Premio entregado a un (o una) futbolista que ha hecho algo notable, ya sea enfrentándose a una adversidad, ayudando a otros o siendo un ejemplo actuando con una honestidad excepcional». Así se define el premio a futbolista del año que entrega The Guardian cada 365 días, descripción que encaja a la perfección con la ganadora de este año: Virginia Torrecilla. La mallorquina, que en enero de 2022 volvió a los terrenos de juego después de superar de manera definitiva el cáncer, sucede a Simon Kjaer y se convierte en la tercera mujer en recibir este premio, después de Bunny Shaw (2018) y Megan Rapinoe (2019).

683 días pasaron hasta que Virginia Torrecilla volvió a verse sobre el césped de manera oficial. 13 meses de tratamiento, 30 rondas de radioterapia, 15 ciclos de quimioterapia y un accidente de tráfico que dejó a su madre en silla de ruedas. En un primer momento, le dijeron que tenía un tumor benigno, algo que podrían quitarle y «en cuatro, cinco meses estaría entrenando otra vez». Una semana más tarde, le confirman que finalmente es maligno. «No sabía lo que era la radioterapia. Sabía que el cáncer mata a la gente, que la quimio te pega fuerte. Estaba llorando. ‘¿Mamá, que pasa si no puedo con la quimio? ¿Qué pasa si me muero?'».

A pesar de ello, la futbolista confiesa que el cáncer no fue lo que peor vivió. En junio de 2021, se vio inmersa en un accidente de tráfico en el que un coche golpeó el suyo desde atrás con su madre y ella dentro. Por ello, su madre estuvo dos meses en cuidados intensivos y seis meses en el hospital para la rehabilitación. A pesar de que le dijeron que no fue culpa suya, ella se culpa de lo ocurrido. «El cáncer me dolió, pero el accidente de mi madre fue lo que realmente me afectó. Cuando pasó, no sabía que hacer, si merecía la pena seguir aquí. Caí en una depresión. No quería salir de casa. Iba a entrenar porque era mi trabajo, pero solo quería ir a casa con mi familia. No comía, no bebía. Jugar era una obligación», relata Virginia, que incluso confiesa que pensó en «dejarlo todo». Aun así, el apoyo de sus padres le ayudó a seguir. «Ni lo pienses», le dijeron sobre la posibilidad de rendirse.

Virginia Torrecilla consiguió superar todos los obstáculos que se le ponían por delante, que no fueron pocos, y, finalmente, se volvió a vestir de corto. «Me levanté con el abrigo y la mascarilla puesta. Dejé las cosas en el banquillo. Espinilleras. Era un desastre, estaba súper nerviosa. Dos años desde que jugué por última vez y casi no recordaba lo que tenía que hacer. Estaba desesperada por salir, porque me vieran». Y jugó. Todo decidido y tan solo fueron unos minutos, pero la imagen de ver a todas las jugadoras y a todos los allí presentes felices por ella no se borra. Además, al finalizar el partido, se produjo una de las imágenes más icónicas del fútbol femenino español. No había ganadoras ni perdedoras, todas se unieron para mantear a Virginia Torrecilla

«Quería que la gente viera que he conseguido vencer el cáncer y que ellos también pueden. Fue un momento histórico, una imagen que durará para siempre en el fútbol femenino. Siempre he querido ser un modelo a seguir, que se conociera mi nombre. Desafortunadamente, la vida me llevó por otro lado, pero eso significó que me convertí en un símbolo de superación», relata. Por todo esto y más, Virginia es un ejemplo, un símbolo, tal y como dice ella, siendo una de las futbolistas (hombre o mujer) más reconocidas. «La gente dice ‘Es tu momento, Virginia’. Yo no quiero que sea mi momento. Solo quiero trabajar, luchar y estar con mi gente. Estoy feliz de haber superado el tumor y de dar voz a aquellos que están luchando. La vida me ha hecho entender cosas que no había entendido antes».