Nadie quería que despidieran a Luis García Plaza, nadie confiaba en Javier Aguirre para remediar la situación y pocas personas hubieran confiado en el mexicano para continuar el proyecto bermellón en LaLiga Santander. A pesar de oír las críticas y a pesar de que el mallorquinismo estuviera dividido, ahora es muy sencillo subirse a la Aguirreneta y al tren de Pablo Ortells. Cuando todo va mal es muy sencillo buscar culpables porque vender es la norma número uno del periodismo deportivo, pero cuando la historia va bien es cuanto menos doloroso dejar de lado al orgullo y elogiar lo elogiable.
Ante el Villarreal Javier Aguirre apostó por un 5-4-1 o un 1-5-4-1 para los más puristas. Y a nadie, y mucho menos al apuntador, le importó. Cuando tu equipo juega bien, compite, demuestra garra, orgullo, pelea y sobre todo saca adelante los partidos con empates y victorias a nadie le importa el cómo, porque desgraciadamente vivimos anclados en el qué.
Aunque resulta complicado reprochar o alertar de algún mal, es cuanto menos curioso que un director deportivo como Pablo Ortells que, en teoría se le contrató para entre otras muchas necesidades mejorar la viabilidad de la cantera, ni él ni el mexicano apuesten por ningún jugador de la casa. Y es todavía más extraño que Ortells no haya conseguido ningún equipo interesado ni en Josep Gayà ni en Javi Llabrés, jugadores que no empeoran el nivel de la plantilla.
Pero, con una piedra en el zapato, sí se puede valorar el trabajo de ambos, hasta la fecha, a la altura de las circunstancias pues este año está saliendo a pedir de boca. Con unos resultados buenos y una inversión que parece que a corto plazo retornará con amplios beneficios a las arcas del club. Y, aunque cueste reconocerlo, el artífice deportivo es Pablo Ortells.