No sé cuál o cómo está el ambiente del vestuario, pero el tweet que Pablo Maffeo arremetió contra un artículo de opinión de la periodista que trabaja en Diario de Mallorca Elena García dejan en muy mal lugar al futbolista catalán. Elena García interpretó que un post de Instagram del lateral derecho donde elogió a su competidor por el puesto en el titular en el once era un mensaje que iba con segundas a su excompañero, el mallorquín Joan Sastre. Al quite acudió el dueño del carril derecho mallorquinista acusándola de frustración y rabia.

Jamás he creído en los refranes ni en los dichos populares, pero hay una que le queda como anillo al dedo para describir esta situación: quien se pica, ajos come. Ni las formas ni el contenido de la forma han sido las adecuadas. Me cuesta mucho creer que futbolistas con un nivel para jugar en Europa cometan estos errores comunicativos que quizás sí le sirvan para contentar a los aficionados ultras, pero que alguien que vaya un poco más allá se da cuenta del error que comete.

Por cierto, fijaos cómo ha cambiado el periodismo y la afición. En un artículo de opinión donde refleja una interpretación de un hecho, todo el universo ultra se le echa encima. Algo parecido cuando sucede cuando se ataca el dogma de criticar lo que ocurre en la institución superior. Que a su vez acude a su tropa de forofos que carecen de la altura de miras de ver más allá. El mundo está lleno de borregos, y como bien dijo Rubén Arranz, antes no sabíamos qué pensaban. Ahora, con las redes sociales, sí.