Con la subida del precio de los abonos, la camiseta que se filtra, el amistoso confirmado con la selección de Qatar y sin fichajes ilusionantes, más de uno se debería tapar con una sábana y esperar a coger vacaciones para que todo se calme y se olviden de él.

Percibo que para el mallorquinismo es una faena que no haya una gran cabeza visible a la que crucificar por tantos errores en tan poco tiempo. Se quejan, sí, pero sin molestar a nadie. Antes ya se hubiera criticado a presidentes como Vicente Grande, Serra Ferrero, el CEO omnipotente Maheta Molango. Sin un líder que abandere el proyecto la crítica y la presión se diluyen.

Error tras error, nadie rectifica y nadie se siente aludido y eso es lo más importante, porque nadie asumirá nada. Como el amistoso con la selección de Qatar (se jugará el 19 de julio en Austria). ¿Qué es eso de jugar con una selección que atenta contra los derechos humanos? ¿Por qué se ha accedido a jugar ante ellos? ¿Cuánto pagan?

La respuesta de la última pregunta es la clave de por la que gira el mundo. Se ha perdido el sentido de la moral por un puñado de euros que, aunque beneficie al Mallorca, perjudicará a miles de personas porque se sigue blanqueando a este régimen.

La actitud que toman los CEO del club es reprochable porque solo les importa engordar su superávit para seguir en el cargo y, a lo mejor, recibir bonus, pero más lo es su sentido de la moral. Nos dicen con sus hechos que son capaces de cualquier cosa con tal de obtener más beneficios, como con la campaña de los abonados. Pero la culpa no es solo suya porque ya ha habido otros directivos que han blanqueado dictaduras homófoba, retrógrada y machista, como Rubiales o la FIFA. 

Me preocupa que haya tan poco movimiento por parte de la afición, donde el debate se ha centrado en una subida injustificada de los precios de los abonos y me temo que muchos aceptarían jugar estos amistosos con tal de que que bajaran su carnet de socio. Me gustaba más el fútbol de antaño, como me gustaba más la vida de hace 10 años, porque como en la vida como en el futbol, donde el sentido de la moral dilucidaba lo bueno y lo malo. Hoy esas fronteras son transparentes.