Ahora que han acabado los Juegos Olímpicos, los especialistas se dedican a ver el medallero, comparar medallas y contabilizar los éxitos de cada país. Estos días han salido a la luz diversos artículos de prensa minusvalorando diversas disciplinas por no estar en el podio. En algunos casos traspasando, a mi parecer, una línea roja en la que no se valora el esfuerzo, el sacrificio, las horas de entrenamiento y el estar alejado de sus familias. Más bien es un ataque feroz y desproporcionado por no estar entre los tres primeros.
Nos olvidamos que son los mejores competidores de cada deporte. Escuchando las narraciones y leyendo las crónicas se da a entender que el cuarto puesto es un fracaso. Es completamente una construcción falsa de lo que es el deporte profesional (y semiprofesional, amateur, aficionado…). Solo puede ganar uno. Parece una frase de parvularios pero siento sinceramente que no la tenemos asumida.
Me quedo con una frase de Carlos Martínez, entrenador del Platges de Calvià, que escribió en sus redes sociales: «La facilidad con la que hablamos de decepción y fracaso… de los demás». Qué fácil es la crítica cuando no has estado día tras día buscando el mejor resultado en una competición donde todo se decide en pocos instantes y donde el resto de competidores se ha sacrificado tanto como tú. Sólo hace falta echar un vistazo por Twitter.
Esto mismo lo podemos traspasar al fútbol, que de eso nos atañe esta sección. Es evidente que los jugadores están expuestos a críticas, unas constructivas y otras no tanto. Pero la envidia y el odio llegan a extremos que nunca antes había visto. Justo ayer podías leer innumerables críticas a la selección española por obtener la medalla de plata. Me parece surrealista. Una de ellas era hacia Marco Asensio, donde, haciendo un cambio de letras, indicaban que ha estado ausente del partido. A un chaval que con 25 años ha ganado dos Champions League, dos ligas, una Supercopa de España y dos Supercopas de Europa, siendo titular y decisivo en muchos de estos títulos. Sin olvidar que estuvo un año parado por romperse ligamentos y menisco. En sí, catalogar todo ello de fracaso es banalizar el éxito, reducirlo a unos altares imposibles su consecución y, encima, construido por personajes que están muy alejados de la cultura del esfuerzo. Por ello es tan importante el trabajo psicológico de los deportistas, aunque sobre esto ya nos detendremos la semana que viene.
No, no todo vale en una crítica, al igual que quedar décimo no es un fracaso. Las situaciones son inmejorables escenarios para la mejora. El hecho de no aprovecharlos está más cerca del fracaso que la casuística de no ganar un partido.