La utopía. Ese concepto en el que un plan o estrategia funciona a la perfección, sin conflictos y con armonía. Pero que también crea cierta incertidumbre. Porque conseguir dicha utopía es complicado, muy complicado. Hasta se dice que la utopía en sí no existe. Porque si existiera todo sería ideal, demasiado fácil. Irreal. Hacer un símil con la utopía y esta temporada en Segunda División es un tanto complejo, pero creo haberlo conseguido. El RCD Mallorca, por momentos, vivió en una utopía. Los bermellones han estado por encima de sus posibilidades, ganando a rivales directos y de forma idílica, consiguiendo estar en lo más alto de la clasificación.

Rozar la Primera División da vértigo, o eso parece. Y es que cuando todo parecía estar muy bien encaminado para, sin complicaciones -todo muy utópico, ¿verdad?-, volver a la máxima categoría el fútbol español, llegó la distopía. Dos tropiezos que no se esperaban sacudieron la moral de la afición bermellona, que ha empezado a poner en duda a unos jugadores que defendieron la elástica en Primera hace tan sólo un año y que, actualmente, siguen dependiendo de sí mismos para devolver al equipo a la élite.

Castellón y Sabadell. El unocerismo, pero en mal. Dos encuentros ante equipos de abajo, que se juegan la vida. Porque el mallorquinismo sabe perfectamente qué es eso de bajar a Segunda B, y es normal que esos conjuntos den su 150% ante uno de los rivales más temibles de la categoría. Porque atrás queda el no encajar un gol en siete partidos consecutivos, los tantos épicos de chilena en el descuento o los que se consiguen en los primeros segundos del partido. Todo eso es pura utopía. Algo que ya no existe, porque LaLigaSmartBank es así: distópica. Y poco a poco se va pareciendo a la de siempre.

Quedan tan sólo seis jornadas para tocar el cielo. Mirandés primero; Málaga, Alcorcón, Tenerife, Zaragoza; y, para acabar, Ponferrada. Siempre se ha dicho que Segunda es una maratón de larga distancia y ya hemos entrado en el último sector, ese donde los valientes dan un paso adelante. El Mallorca ha sufrido dos duros varapalos, pero si algo nos ha enseñado este equipo es que se puede confiar en él. Lejos queda el gol de Abdón ante el Depor, el de Lago frente el Madrid, el de Engonga en Champions contra el Arsenal o los de Eto’o en la final de la Copa del Rey. Eso sí era una utopía. Pero bendita utopía.