La adaptación del Mallorca a la élite está siendo la esperada: larga, complicada y con demasiadas incógnitas para una sola ecuación. Los nuevos, en su amplia mayoría, no han pasado el corte de exigencia de Vicente Moreno, siendo relegados al ostracismo del banquillo y la grada. Los cambios son redundantes y el XI tiene pocas variaciones. No obstante, cuando estas se dan tienen un efecto radical en el funcionamiento del equipo. Los bermellones pueden ser roca o convertirse en gravilla.
La portería y la defensa, pese a los cambios obligados por las bajas, son fijas. Vicente tiene pocas variantes que den el nivel, por lo que la incógnita está despejada. Los problemas, más físicos que matemáticos, llegan en el eje del campo. No existe espacio para alinear a todos los hombres de confianza y con cada variante, el equipo muestra dos facetas. En la primera opción, con Kubo en detrimento de Febas y Dani Rodríguez cerca de Salva Sevilla, el Mallorca es gravilla: disperso y rebelde. El nipón tiene un imán para el balón y para hacer orbitar a sus compañeros alrededor suyo, acelerando el ritmo del juego con cada toque. Ahora bien, en fase defensiva sufre en exceso. El ímpetu con el que contragolpea es tal que rompe la roca en gravilla, donde la infinidad de huecos hacen muy endeble a una defensa de nivel medio-bajo para la élite.
La segundo versión, por el contrario, es la ejemplificación de tres años de arduo trabajo del cuerpo técnico. La sensación de bloque compacto, de roca inexpugnable, lleva dos temporadas formándoselo una perfecta simbiosis con el escudo bermellón. Con Febas, uno de los fichajes más destacados del inicio de curso, en el eje y Dani escorado a la derecha, el Mallorca gana en complejidad. El entramado, en ambas fases, es mucho más difícil de resolver para los rivales. Los ataques, sin perder la evidente verticalidad que aportan los jugadores de banda lanzado por Salva y Febas, son más reposados. Y la defensa, producto de dicho punto de pausa, es más organizada. Cuando Valjent y Raíllo sienten el calor de Baba, se sienten protegidos y crecen. Los laterales reciben constantes ayudas de dos extremos que tienen el repliegue por religión y el ímpetu de Aleix lo compensa los más de 350 partidos a sus espaldas.
El reto más inmediato, y para el que Vicente va a tener que tomar una nueva decisión, es el Real Madrid. Ante un equipo que rebosa talento individual en todas las líneas y que, pese a que no deslumbra por su juego, prosigue con puño de hierro en el liderato y tiene su lista de derrotas impoluta. El de Masanasa deberá decidir si ser roca, para cercar el partido a los detalles individuales, o gravilla, descuidando las diferencias y planteándole un cara a cara a Zinedine Zidane.