Tras la histórica noche cosechada en Son Moix en la ida de la eliminatoria, el Mallorca viajaba a Albacete a defender sus dos goles de ventaja. Vicente Moreno había conseguido compensar la primera de las derrotas en la liga regular ante los manchegos. El Belmonte ditctaría si conseguía el empate táctico con Ramis, ejerciendo una justicia casi divina entre, probablemente, los dos mejores entrenadores de la competición. Surcando el mediterráneo y las carreteras alicantino-manchegas llegaron los seguidores bermellones, que sumado a las balas desperdigadas por los rincones peninsulares, tiñeron Albacete de bermellón.
Como ya hizo la campaña pasada en Anduva, en una situación muy similar, Vicente planteó el partido colocando un bloque bajo, bien replegado y listo para transitar por la autopista izquierda, comandada por Lago, Pervis y Dani Rodríguez, con la verticalidad por bandera. No obstante, la presión tras perdida asfixiante de los manchegos impidió, en la mayoría de ocasiones, correr a los bermellones. Sus ataques se convirtieron en estáticos y, por lo tanto, desfavorables ante la buena colocación de la defensa rival.
Corría el minuto 15 cuando, con una falta en la frontal del área, Bela ponía el balón en la escuadra. Apenas había comenzado el vaivén de ocasiones y el Albacete recortaba la ventaja de un Mallorca con dificultades para encontrar a Abdón, bien neutralizado. Él, Lago y Valjent tuvieron las ocasiones más prometedoras de los isleños, pero el acierto de Tomeu Nadal negaba la igualada.
En una muestra más de su magnífica lectura de los partidos, el cuerpo técnico del Mallorca rectificó su planteamiento inicial y adelantó dos pasos todas sus líneas, incomodando a los centrales rivales. Los balones se recuperaban en campo contrario y las ocasiones se multiplicaron. Fran García, el flanco más débil de los locales, sería atacado por Dani Rodríguez, desplazando a Leo Suárez, luego Stoichkov, a la sala de máquinas junto a Salva Sevilla, apoderándose así del patio central. Las prisas, los espacios y el flojeo de las piernas escenificaron una nueva trama sobre el tapete del Belmonte: las ocasiones se sucedieron en ambas porterías, pero con un continuado protagonismo total de los cancerberos. Ninguno fue acapaz de perforar la portería rival.
Sangre, sudor y lágrimas tuvo que derrochar el Mallorca para doblegar al Albacete en una eliminatoria que no puedo ser más pareja. Los dos equipos revelación de la Segunda división española dieron un espéctaculo para ajenos y un motivo de orgullo para propios. Acabado con el primer plato del menú, los chicos de Vicente viajarán a Riazor a probar la cucharada inicial del segundo. El frenesí del playoff no da tregua alguna.