En tiempos no tan lejanos, cuando se respetaba la salud cardiovascular de los aficionados y el playoff no había llegado a las vidas de los seguidores de equipos ajenos a la repelente pulcritud de la élite. Tardes de jornadas unificadas, radio y tabaco en pipa, estadios a lo largo y a lo ancho de la península e islas codependientes el uno del otro. Aún un juego de chavales y un espectáculo de todos.

Tras una temporada de transición (1981-82) tras la vuelta a Segunda división, que finalizó el idilio de Antonio Oviedo con el club bermellón y en el que Lucien Müller, su sucesor, consiguió salvar con una respetable sexta posición, Contestí no quería esperar más. Su cabezonería siempre estuvo respaldada por el músculo económico y armó un equipo de garantías: Sabido llegó del Real Madrid, Zuviría del Barcelona y Nichiporuk del Deportes Iquiqui chileno, entre otros tantos. No obstante, el golpe de efecto lo dió un chico extremeño y adoptado por el palmesano barrio de Son Cladera desde su infancia. «Paquete» Higuera fue ganando protagonismo en el primer equipo mientras trabajaba de pinche de cocina en La Casa Gallega. En las calles de ciutat, el calor veraniego fue testigo de la reapertura de una de las peñas mallorquinistas más míticas, la Tolo Güell, así como el debut de la de Llucmajor, Andratx y Es Molinar. La carne, tanto en el césped como en la grada, estaba puesta en el asador.

Miles de mallorquinistas viajaron por tierra, mar y aire hasta la capital con la esperanza de vivir un nuevo ascenso.

Tras una larga campaña disputándo los puestos de ascenso (ascendían, de manera directa, los tres primeros clasificados) con el Real Murcia, Cádiz, Deportivo y Palencia, el Mallorca de Müller llegó al tramo final con todo de cara. No obstante, tras perder dramáticamente ante Hércules (1-0) y Cádiz (1-2), se plantó en la última fecha con todo por decidir. Viajó, de la mano de 5.000 mallorquinistas, para medirse al Castilla en el Bernabéu. El filial blanco, sin nada por lo que pelear, mostró su superioridad mediante jugadores que, a posteriori, marcarían una época: Chendo, Pardeza, Michel, Butragueño

Para el determinante partido, disputado en la tarde del 22 de mayo de 1983, Lucien alineó a: Mallo; Zuviría, Dacosta, Gallardo y Juanito I; López, Delgado, Riado; Higuera, Nichiporuk y Barrera. Un grupo de futbolistas que, pese a su gran implicación y garra, el solitario gol de Julià hizo que fueran incapaces de ganar en el feudo merengue y, pese a depender de ellos mismos para conseguir el objetivo al principio de la jornada, tuvieron que  torcer la vista hacia Riazor.

Los jugadores bermellones, pendientes del desenlace del Deportivo-Rayo a través de la radio.

Los ocho de minutos de diferencia que llevaba ambos partidos se convirtió en el calvario de una isla. Se hicieron más largos que la Calle Aragón, pero el Rayo mantuvo la compostura y dió la sopresa en Coruña (1-2). Entonces, los transistores a través de los cuales shabían estado siguiendo el desenlace de la jornada a pie de césped volaron por los aires y la marea bermellona, dueña de uno de los fondos del estadio, estalló entre lágrimas. Por su rocambolesca clausura, el de 1983 fue bautizado como «El ascenso de los transistores». Dos años después de su vital importancia informativa durante el golpe de estado de Tejero, la radio volvía a ser protagonista, está vez para el jolgorio y no la angustia.

Imágenes simultáneas del Castilla 1-0 Mallorca y Deportivo 1-2 Rayo, partidos decisivos de la última jornada en la lucha por el ascenso.

Los baleares finalizaron terceros, empatados a 46 puntos con el Deportivo (pero el goal average directo era favorable, tras el 3-0 en el Sitjar y el 3-1 en Riazor), y por detrás de Murcia y Cádiz. La afición tomó las calles de la capital y se fundieron en los aires punk de la movida madrileña: «Inundamos la Castellana con banderas rojas. Tuvimos que aclarar a los viandantes que no era una manifestación del Partido Comunista, sino que celebrábamos el ascenso a Primera división del Mallorca», contaba Simó Andreu, aficionado que vivió el ascenso en primera persona.

Morey, Gallardo, Reus y Tirapu brindan en el avión, ataviados con unas maravillosas boinas mallorquinistas.

Fuentes: «Un siglo con el RCD Mallorca» Miguel y Jordi Vidal.


“Sa Llotja” pretende, a modo de museo y a través de fotografías, personajes, partidos históricos, portadas de periódicos… exponer la historia del Real Club Deportivo Mallorca. Cada jueves, una nueva entrega: