Si a alguien hay que mirar con ojos acusadores es a la globalización. Si es para culpar o agradecer, el tiempo esclarecerá. Un Mallorca casi centenario se covirtío en la colonia que nunca fue la isla en la que habita. Colonia de Arizona, arizoniana, bajo el régimen afable de un hombrecillo que, por pura apariencia, podría venderte el pan cada mañana en el más tradicional horno de Phoenix -si es que allí tienen de eso. Hijo adoptivo de Robert Sarver y, por una sencilla regla de tres al alcance de todos, hermano de los Phoenix Suns. Hermanos con pocos intereses y beneficios comunes, al menos hasta ahora.
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— RCD Mallorca (@RCD_Mallorca) 2 de octubre de 2018
El Mallorca ha salido beneficiado, quizá de rebote, del acuerdo del equipo de la NBA con PayPal, multinacional donde las haya. Tal vez para ellos, con un músculo económico en la otra punta del gráfico y una cultura del deporte totalmente diferente, esto no suponga más que un logo en la camiseta y unas pelas de más. En una pequeña isla del Mediterráneo, puede significar algo más: reconocimiento internacional y aflojar un poco el férreo cinturón del límite salarial. La pregunta camina por ese cauce. ¿Se tuvo en cuenta ya en el límite salarial, y por ello el del Mallorca es superior al del resto de ascendidos?
De una u otra manera, la repercusión no se palpa en dos días. Entonces sería señal de efimeridad. El acuerdo con PayPal es un pago por adelantado con retorno a medio-largo plazo. Aunque cueste abrir los ojos, cada vez somos (todos, absolutamente todos) más empresa y menos club, en la que el crecimiento de la «marca Mallorca» cobra más protagonismo por día que pasa. Tal vez sea necesario para la supervivencia de los mismos, tal vez solo sea producto de la avaricia humana.