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El día que los señores de Movistar se quedaron sin ‘La Liga’ y descubrieron que en Segunda también hay ‘partidazos’ – fastidiando a un sector importante de clientes acostumbrados a seguir a sus equipos por el canal de la liga 123 -ese mismo día, me sirvió para entender que el mallorquinismo sigue herido-.

Ante la imposibilidad de poder ver el partido por la tele tuve que tirar de móvil. Aplicación por aquí, cambio de pañal, Twitter por allá, la cena de la niña… y así hasta las 22:30h aproximadamente.

Pero como ya sabemos, no hay mal que por bien no venga. Me doy cuenta que las derrotas que no presencio suelen dolerme menos (como aquel que no quiere mirar el lanzamiento de un penalti decisivo).

Pues bien, como decía, las redes sociales me proporcionaron una distancia y una objetividad que me permitieron comprobar lo herido que sigue el aficionado barralet. Por los comentarios de decenas de tuiteros mallorquinistas pude ver que somos seres vulnerables. Aún tenemos pesadillas y secuelas que tardarán años en desaparecer, al igual que las heridas que a día de hoy nos seguimos relamiendo. Y es que nos cuesta un mundo volver a creer en la derrota como mera anécdota, como parte del juego, sin que tenga como consecuencia una caída al abismo, o la llegada del Apocalipsis. Una derrota acompañada de lucha y entrega hoy sabe a victoria. El mallorquinista tuitea con orgullo el hecho de jugar un partido y morir de pie pero, al mismo tiempo, no da crédito y tiene que decirlo. Necesita encontrar otros mallorquinsitas con ese mismo sentimiento, sacarlo afuera y compartirlo con ellos. Aquel aficionado exquisito que gritaba ‘Mansano cobarde’ cuando el equipo se codeaba con los grandes de la zona alta de la Liga de Primera División ha dado paso a un aficionado cauto, prudente y escarmentado que saca pecho cuando su equipo cae derrotado con honor. Pero, sinceramente, creo que este es el camino. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Y estas heridas a las que me refiero son heridas de guerra, de las que se aprende, de las que no se olvidan…

Firmado: El Cuarto Delantero, de Carlos Manera.