
Agosto, Peralada y una piscina fueron tres decorados del escenario general del arranque en la categoría de bronce, mal llamada en las esquinas división de cobre. El césped artificial sería compañero de viaje de un Mallorca trasquilado a finales de junio y restaurado al encaje más de Segunda División, gracias al dólar yanqui y a una categoría económicamente al amparo únicamente de la mano invisible de Adam Smith. El estreno ofreció previamente todo tipo de tráilers, más si el tema central es el Real Mallorca i dónde se debate, obviamente, es Mallorca. El temor hacía (aun hace) acto de presencia en ser un trágico Racing de Santander que, desgraciadamente, sigue intentando quitarse las pulgas antiguas que desfilaban con maletín y corbata.
El primer encuentro en sí fue, salvando reducidamente algún duelo medianamente bien alimentado, una castaña como el global de la competición del castaño. Un partido que ganaron sin más, incluso se mereció un empate. El meritar o no queda naufragada en Segunda B. Tras abrir el melón, la travesía fue de aplacar en músculo de club en general a los rivales. Cierto es que las primeras partes(vueltas) siempre fueron buenas. Las segundas no tanto.
Campeones de grupo y el aplauso al mérito, ya que ganar cualquier cosa en la vida es todo un logro. Enrique Ballester lo dice bien alto: «Lo normal en la vida es ser feo y en el fútbol perder siempre». El playoff además debe ser la obsesión y, por accidente de cómo se estructura todo, Vicente Moreno y los suyos serán todo o nada en dos partidos. Como también dice en su última entrada del blog de Joan Sans, «el RCD Mallorca ha demostrado durante nueve meses que es un alumno aplicado y obediente. Ahora tan sólo le falta confirmar que, además de todo eso, es también un estudiante magnífico». Imposible empollar, no serviría de nada.
El Castellón sobrevive en el pozo. «A veces puede ser una mierda, pero no deja de ser nuestra mierda», firma Ballester.