La culpa es tráiler del perdón. Y la cantidad de materiales, de calidad o a un módico precio, con que puede fabricarse la disculpa es infinita. Pudo ser un origen protocolario la primera cátedra infantil del perdón. Después llegó, amplificando el tiesto mental, el camino del hecha la ley hecha la trampa y el origen de la rival manipulación. Allí en el peor momento de mezcolanza, la libertad prospera paulatinamente poseyendo dichas herramientas vitales pero no sin ser inflamables. A veces, cuando el árbol ya no crece recto sino por los lados, el obstáculo culpable te deja artificiosamente sin avanzar y puede que el perdón, si lo aprietas sin pedir un tiempo de límite vital, escampe, despeje y resuelva bien la proyección visual antes totalmente antagónica.
J.K. Rowling se perdonó viviendo en un contexto en contra de la mujer y dejó su verdadero nombre, Joanne Rowling, apartado por recomendación de la primera editorial que, tras doce empresas rechazando el manuscrito de Harry Potter y la piedra filosofal, le aceptó la obra porque, en el detalle gigantesco para el devenir de la escritora, el director de la editorial le dio a su hija el primer capítulo y la niña explicó que fue lo mejor que había leído en mucho tiempo. Los capítulos siguientes son historia de la literatura juvenil del mundo. Rowling decía que «para la gente es más fácil perdonar a los demás por haberse equivocado que por tener razón». La evolución de una mente humana que sigue respetando y abarrotando de privilegios, propios de una dictadura, la culpa propia causa del mal tabú: el miedo.
Todo sería más sencillo si el perdón fuera un derecho universal. Aunque no podría ser este asunto una excepción sin la lucha con la contraria contumacia. La pureza humana existe por rivalidad. La confrontación estuvo ya en el primer acto del ser vivo. No hay invención posible para drogar el perdón y la culpa. Convivir con ello es el único mecanismo. Es habitual utilizarlos mundanamente hilando cuestiones donde se les estruja el significado sin tocarles el significante. Fácil y rápido toquetear el primero que arremangarse con el segundo. Perdonar en el deporte es simplificar. Para mal, para bien, para que, en resumen, poder llegar fácil a todos. La representación del espectáculo deportivo es una fina capa de sencillez. Quien rasca se encuentra cosas: experiencias, personas, letras. La acción de ventilarse la primera pantalla te envuelve en la sincera locura si existe el picor de otra curiosidad que pueda repeler la primera.