Como jugador o espectador, nunca le hice ascos a una entrada dura. Por mucho que el río suela desembocar en sanción, siempre lo he considerado el octavo arte. Parcialmente censurado con la instauración de la sanción por acumulación de (5) tarjetas y potencialmente prostituido por el VAR. Pero arte, en definitiva.

Nunca fui del todo fino con las botas puestas y siempre sentí la animal necesidad de dialogar, más o menos amistosamente, con el desafortunado arbitro en cuestión. Para goce de los presentes, mi compañero en el pivote sufría de los mismos males. Y nuestro club, humilde, comenzó a notar un repunte en las sanciones económicas que impone la federación por cada amonestación. Naturalmente, fueron trasladadas a nosotros y se impuso que cada jugador de la plantilla pagaría, de su bolsillo, sus charlas de más con el referí. Supuso nuestro primer y personal crack económico de los muchos que vendrán.

Me parece la mejor opción para que Raíllo deje los «vaya jeta tienes» para sus ratos libres y Álex López se limite a pegar patadas, al balón preferiblemente. La cuantía de tarjetas ha incrementado sin titubeos en las últimas semanas. 7 rojas y más de uno rozando su segundo ciclo de tarjetas hacen preocupar a los integrantes del club bermellón, que tendrán que tomar medidas cuanto antes mejor. Económicas o de cualquier otra índole, los integrantes de la plantilla deberán sentir el peso de la disciplina de una manera u otra. Se avecina un tramo poco asfaltado en la eterna autopista que es la Segunda B y no es conveniente escatimar en cuanto a jugadores disponibles.

José Ángel, de los pocos jugadores que mantiene la cartilla libre de amonestaciones.

Pese a que en sus últimas declaraciones expone que no se ha tratado el tema de el exceso de sanciones, José Ángel si abre las puertas a un posible exceso de sensibilidad por parte de los colegiados respecto a sus acciones y comentarios. O será el exceso de superioridad, por una parte merecido y por otra totalmente innecesario, que les otorga el colchón de 9 pisos que tienen a sus pies. Vale, no son juveniles de 18 años y una ínfima multa ni hace ni deshace. Pero mil maneras habrá de silenciar salidas de tono variopintas. Aunque me sienta realmente hipócrita escribiendo esto, deben aprender a respetar al respetadísimo  Sr. colegiado.