Dichosos sueños. Todos tenemos la experiencia de soñar y por ello sabemos lo que es un sueño y tenemos la experiencia de que es algo más de lo que contamos, que nuestros relatos no los recogen de una forma exacta, sin embargo el conocimiento científico de los sueños tiene que basarse en las narraciones que se hacen de ellos, porque no vale analizar exclusivamente nuestros propios sueños para hacer una teoría sobre ellos.

Decía el gran Steve Jobs que en la vida o trabajas por conseguir tus sueños o alguien te contratará para que trabajes para los suyos. Un tipo testarudo y con ojos sólo para lo suyo, pero puede que tuviera razón. Es algo que parece tan abstracto que cuando la realidad se maquilla de alguno de los tuyos, las sensaciones son inexplicables. La posibilidad de alcanzar aquello tan intangible y tan ansiado acaba por desbordarte en el camino. Hay que tener la cabeza muy bien amueblada para no cometer dicho fallo. Pero claro, aquí no hay licencias ni papeleo de por medio. Aquí no hay impedimentos. Soñar no cuesta ni un centavo. Y hacer realidad aquello que sueños cuesta algo más que centavos. Tener claro el objetivo, sin más. Vivir por y para ello. Trabajar mientras otros descansan. Es complicado pero, a veces ocurre.

Hacía tiempo que por Son Moix eran las pesadillas las que cobraban vida. Demasiado tiempo. Pesadillas que se comieron una ilusión, un sentimiento, ese sueño. Sin dejar ni los huesos. O eso parecía. El ave Fénix. El rojo. El que renace de las cenizas. El viejo rockero que siempre vuelve. Y no por Navidad. Pero sí de rojo. Pero sin gorro, que nos conocemos. El sueño parece haber… ¿vuelto? Sí, puñeta, sí. Ya estamos todos aquí (en el norte de Son Moix), otra vez. Con el sueño hecho realidad. Sigamos. Vivámoslo. Soñemos.