
No entré con un carné cualquiera. Rápidamente supe que entraba por el de una persona que no iba porque de ir le podría dar un ataque, en palabras de su nieto. Son Moix, a punto de cumplir la mayoría de edad igual que el de mi anfitrión, acomodaría a dos aficiones en un partido nunca antes visto en el verde del Camí dels Reis. Precedentes dispares presentaban ambos conjuntos. Los locales venían de seis partidos sin perfumar victoria. La palmaron tras 247 días ante la Peña Deportiva, este en penúltima posición aunque la ubicación no representa absolutamente nada en la categoría de cobre (mejor que bronce, la Segunda B es más auténtica y el cobre es un elemento químico en contra del bronce que es una aleación entre el primer componente y el estaño). Manchester City y Real Mallorca se pusieron de acuerdo para debutar en la derrota. Por su parte, el Baleares conseguía la semana pasada su primera victoria de la temporada en Son Malferit y, además, acabar con una racha de derrotas plomiza. Nadie es invencible y campeona en las catacumbas del fútbol.
La semana deportiva en la isla quedó troquelada a imagen y semejanza de un derbi que volvía 38 años después. Y una de las cotizaciones más robustas del encuentro fue que más gente en el campo presenció por primera vez un derbi oficial de ciutat. Incluso algunas como María y Aitana, recogepelotas y jugadoras del Son Sardina, pecaron imprecisas de la historia del partido. Lo que sí sabían las dos era que «había mucho pique entre las dos aficiones». Un atributo que ya apuntaron el martes pasado, en un reportaje de Última Hora, algunos futbolistas de las dos plantillas que disputaron el último partido que tuvo lugar en el sepultado Lluís Sitjar un 25 de mayo de 1980 con resultado final de empate a uno. «Están ensuciando este tipo de encuentros porque se producen enfrentamientos verbales que calientan el choque», apuntaron y añadieron: «Antes había más rivalidad, mucha más, pero era más sana, aunque en el terreno de juego nos pegábamos que no veas». Pasan los años y poco cambia un derbi. Solo las redes sociales renuevan la manera de calentarse.
El dinero no da la felicidad pero en dos semanas mudas la piel de los costados bermellones y aparecen, tiernos de la noche a la mañana, Álvaro Bustos y Aridai Cabrera. Fueron amamantadores de Álex López, incansable, y Cedric que, siguiendo mentalmente obstaculizado, desperdició la oportunidad de suplantar a un sancionado Abdón Prats. El punta catalán la tuvo a quince minutos del descanso para descorchar el marcador inicial en el mejor momento del Mallorca durante el primer tiempo. Pero el guión bermellón se traspapeló y Biel Guasp centró tropezando, en un error defensivo, con el gol. Ganaban los visitantes enfilando vestuarios. El fondo sur blanquiazul se iluminó, los aficionados mallorquinistas marcharon muchos a meditar en los vomitorios con la salchicha y para los diferentes voluntarios del club comenzaban quince minutos de quehaceres por el estadio.
Sin embargo para uno de ellos, Vicens, su función ya la completó antes de empezar el partido. Él, junto a dos compañeros más, se encarga de entregar las acreditaciones a los diferentes medios de comunicación que se consignan. Entonces, sigue atentamente el encuentro durante los noventa minutos y siempre en el mismo lugar, en uno de los accesos de fondo norte. Posición perfecta, apunta. Si te molesta el sol matutino te resguardas y viceversa. «Se ve bien aquí, se ve que te cagas, como estoy nervioso me muevo porque así no puedo estar en la grada», le justificó Vicens a uno de los responsables Y nunca llegó a sentarse. Siempre de pie tenso. Tanto es la intranquilidad que en el descenso del Mallorca en Miranda, Vicens estuvo tres días sin hablar encerrado en casa. Le salió bien la juagada, simplemente porque en aquella época tuvo vacaciones. Tres días de penitencia bien malgastados. Su religión, la mallorquinista bermellónica practicante, es devota de una iglesia cadáver llamada Lluís Sitjar, calificándola como «la mejor para siempre». Estos fervorosos, automáticamente, proyectan los mejores momentos pasados en forma de fotografías mentales. El gol de Carlitos en Vallecas prescribió cinco campañas en Segunda. «Me quedé con la radio en mi casa. No podía, estaba muy nervioso. Mi padre me dijo: ‘vamos a la plaza de toros’, y yo le dije que no, que no. De la intranquilidad había momentos que apagaba y encendía la radio», (ríe bajo sonrisa inquieta siguiendo la victoria momentánea del Baleares). Empató el Mallorca. Aridai, en su estreno, no se lo pensó y desplegó un chut imparable tras caerle el balón después de un disparo al palo de Joan Sastre. Los de Vicente Moreno eran los conductores del partido. Diez minutos más tarde Salva Sevilla, timonel bermellón reforzado por un desorientado Malik, deshizo la igualada con un potente disparo en la frontal del área. Vicens alzó el puño y gritó un «vamos» de Rafa. Y prosiguió con pretéritos mejores momentos. El 1-5 del Mallorca al Real Madrid. «Yo estaba con mis amigos y pensaba, nos van a ganar seguro allí en el Bernabéu. Vimos la primera parte en un bar. Acabó la primera con 0-1 gol de Ronaldo y me fui a mi casa caminando imaginando lo peor. Y, no sé porqué, pero me dio por poner la radio en el salón y, de repente, Jordi Jiménez (periodista de la Cadena Ser en aquella época) cantó gol y.. 1-3″. Enmudeció. Empató el Baleares con un cabezazo de córner de Sergio Sánchez. Sonó, ayudado por el viento, la partitura de emoción baleárica desde el fondo sur. Pero, en la siguiente jugada del Mallorca y sin esperarlo, Álex López recaudó el botín y Son Moix ardió. Vicens era feliz. Él ya hacía cábalas sobre el ascenso. «Una p. fotuda», fue el titular condecorado a los playoffs.»Es el pozo, el pozo; el pozo tremendo», sobre una Segunda División B multiplicada. Primera le queda impalpable: «Hay que picar mucha piedra. Y hay que hacer las cosas bien».

En total son alrededor de cincuenta voluntarios que el Mallorca extiende por todo el estadio, en palabras de Vicens. Se sorprendió por la cantidad de periodistas que hubo acreditados. Incluso, señaló, llegaron desde Inglaterra. Copa 90, un medio del presente nacido en el virtual, no se quiso perder un partido histórico y desplegaron toda una serie de grabaciones durante un fin de semana señalado por el encuentro y por las fiestas patronales de Palma. Miguel Mosquera, uno de los integrantes del equipo de Copa desplazados hasta la isla, inició su primer contacto en Son Moix disfrutando de las «barbacoas», algo que chirrió en la mente a uno. El balance, por otra parte, dice haber sido muy positivo. Un material perfecto ya albergan dentro de sus cámaras. «No nos esperábamos un ambiente así en Segunda B. Ha ayudado mucho el tema de los goles. He notado en la segunda parte que el ambiente ha llegado a otro nivel tanto en el terreno de juego, se notaba que era un derbi porque los jugadores tenían esa extra de intensidad, y que ha sido una fiesta en las gradas. Tanto la afición del Baleares, que se les veía callados cuando han empezado a encajar pero me ha parecido muy respetable en la segunda mitad perdiendo que siguiesen animando, y lo mismo la del Mallorca que no ha parado sobretodo el fondo norte. La hora también acompañó porque se vio a muchos niños. Lo he pasado muy bien», señaló Miguel que destacó un Baleares que «no ha tirado la toalla hasta el final».
Majorca fans celebrating their 3-2 victory in the derby ?
?: @ddddiogo pic.twitter.com/6ccmsZDIqj
— COPA90 (@COPA90) January 21, 2018
Miguel, residente en Londres y también autor en MarcadorInt, se sumergió entre las aficiones porque uno de los lemas de Copa 90 es the voice of football fans. «Hemos ido, una parte del equipo, tres días seguidos a conocer el Baleares y la sensación de un club muy familiar me ha gustado mucho. Luego verles llegar al partido porque también hemos visto el trayecto en los buses. Las mismas caras que ves hace dos días en el bar del club, las mismas caras ayer en el entreno y luego las mismas caras que has visto en el partido. Al final te las conoces todas. Después vas viendo cómo se van poniendo en tensión. Te cuentan algunos que se han despertado a las cinco de los nervios». Para Miguel fue una peculiaridad importante el hecho de ser una cita histórica y que la mayoría presente nunca hubiera vivido este derbi, sostiene que «se notaba que estabas viendo un partido histórico con la visita del Baleares a Son Moix». Además le llamó «muchísimo la atención» el agradecimiento de la afición del Baleares hacia el dueño, Ingo Volckman. «Se ve en pocos sitios que la afición de un club amen a los dueños».
El Non-League Day, la celebración del fútbol modesto: https://t.co/mpUilvURiy
— Miguel Mosquera (@Mosquera16) October 8, 2017
Por otra parte, estuvieron en la víspera de Sant Sebastià con la afición mallorquinista. «Fuimos a las torradas que montaron en Son Moix (lo cambié por barbacoas porque era una cosa insoportable). Me gustó el ambiente familiar que había allí, porque vienes del Baleares que te pintan que ellos son el equipo familiar, y lo son, pero luego vas al Mallorca y ves que al ser un club más grande tampoco se pierde eso. No es igual pero ves que están gente de toda la vida». Tuvieron tiempo para visitar la sombra del Lluís Sitjar. Allí estuvieron con Jaume Colombás y él, junto a otros aficionados, desgranaron para Copa 90 la realidad más virgen del club bermellón. «Todo el mundo coincidía que el Mallorca ha vivido como en una montaña rusa, un vaivén de buenas épocas, malas épocas. Entonces, ahí te das cuenta que no solo el Baleares ha sufrido, el Mallorca ha sufrido también mucho», y prosigue: «siendo su historia una montaña rusa, mucha gente coincidía tener una fe tremenda de que igual que ahora están abajo dentro de poco van a estar arriba, en vez de verlo pesimista. Lo ven como que todo el mundo tiene claro que tarde o temprano van a volver a su lugar que es Primera División», pero picando mucha piedra que diría Vicens.
El anfitrión se despidió eufórico. Sus «corresponsales» le acompañaban y los tres sumaban media maratón en sus caras. María y Aitana presentaban improvisadamente un semblante petrificado por noventa minutos de ambiente en sus cogotes de fútbol de fondo norte rockero. El estadio se iba vaciando a ritmo de escándalo, Vicens se despedía caminando destino al nuevo emplazamiento y uno iba procesando un cúmulo de inputs que iban llegando al cerebro y a la vez terciopelado todo el cuerpo. Un derbi era esto, twitteó Miguel Sureda.
