Amansémosles. Enseñémosles a ver lo mismo que todos vemos a excepción ellos, un reducto especial. Que una mancha no fastidia un cuadro entero. Ni dos tampoco. Que aquellos que no pueden ver la belleza en las imperfecciones se abstengan de opinar sobre la, a mis ojos, perfecta primera vuelta. No nos olvidemos de donde venimos. Ni el más avispado de todos nosotros hubiese atisbado un tercio de la fortuna y buen hacer que el Mallorca se ha ganado, a pulso, en este aproximado medio año.
Lago y Ferran, aparte de dar algo de trabajo a un equipo médico que no había tenido ni el más mínimo sobresalto en lo que iba de temporada, has hecho saltar las alarmas de emergencia. Ahora, la preocupación de dicho reducto parece que va más allá de pasar unas buenas festividades con su gente. Poco más y obligarán a sus hijos a pedirle a los Reyes, no a los de Oriente sino a los de Arizona, algo de efectivo para reforzar un ataque que, tras dos bajas y una minúscula sequía, ha pasado, misteriosamente, de letal a ser un arma de feriante.
Si Vicente y sus pupilos han llegado hasta aquí es porque ellos han creído en lo que han estado haciendo. Entonces me pregunto, ¿quién coño duda de alguien con semejante nivel de confianza? Viendo como defienden nuestro escudo, a Reina le confiaba mi casa, a Xisco el coche y a Moreno y Pendín incluso los hijos que todavía no tengo.
Las cosas van tan bien que hay que inventarse drama. Hasta cierto punto lo entiendo, pero no lo respeto. En mi Son Moix ideal no habría ni una voz discrepante, no se oiría ni un pero a estos señores. Tomémosles como un constante recordatorio de que todo es susceptible de empeorar. Pero no dejéis de disfrutar. Siempre quisimos ser los protagonistas de las batallas que nuestros padres y abuelos nos contaban que se libraron en el Sitjar. Seamos participes de nuestra propia historia.