Nadie fuera de Son Moix vio el gol de Lago Júnior. Ni el único tanto del partido ni la segunda mitad al completo. La imagen, devoradora del presente comunicativo, se apagó. Sufrieron aún más aquellos que quisieron, apoquinando primero, seguir de la única forma posible si no resides en Baleares (habría que sentarse para debatir sobre el maldito geobloqueo) la retransmisión por la página web del club. Incluido en el último grupo, el reloj marcó las doce (las once en Canarias; siempre quise hacerlo) y la cosa iba de presenciar una reproducción en bucle del campo del Peralada, que jugaba ante la Peña Deportiva. Eran ya y cuarto y tu presenciabas a Dani Mori paseando en un primer plano por el césped con ese aire de actor de Hollywood que tiene, justo después de un plano general del terreno de juego y colándose en la imagen un padre y su hijo por la grada. Y todo esto repetitivamente. Lo surrealista es que aquel partido también se estaba jugando y ya pasados veinte minutos desde el comienzo del encuentro, uno le daba igual si se enchufaba un Peralada-Peña Deportiva. Y es que el streaming siempre es y será una mierda.
No queda tan lejos cuando, desterrado el Mallorca de Primera, los partidos en Segunda no se retransmitían al completo por televisión. Entonces, aunque al menos de manera gratuita (eso no se podía pagar ni de lejos), entrabas en la web de la LFP y esperabas a presenciar delante de tu portátil enchufado al cable de internet una retransmisión tipo Copa libertadores del 98. La calidad de imagen la dejaremos sin comentar, pero el buffering era nuestro compañero de batallas. El partido era algo así como: ataque, remate y buffering. Un vocablo difícil de olvidar. Ahora, la pesadilla vuelve pero parece ser que buffering ya lo han enterrado visto el daño que provocaba. Introducen una frase de comprensión incomprendida y un X romano aplicado en el medio dando a entender que aquí no hay nada que ver y que vaya usted desalojando.
La responsabilidad también tuvo aires romanos y los encargados de dar las explicaciones pertinentes buscaron primeramente disfrazarse de Poncio Pilatos. Es lo que tiene cuando el pueblo se te echa encima. A la culpa siempre la marean con «las verdades». Pobre culpa. IB3, en un comunicado en redes, responsabilizaba a la máquina averiada que tenía que convertir la señal de TV en emisión para la web del Mallorca. Y la máquina sin poder defenderse. Pobre máquina. Además en el escrito el ente público tenía el atrevimiento de afirmar una retransmisión de «calidad» (una emisión que duró diecisiete minutos), si bien afirmó problemas de audio. No había problemas de audio, básicamente porque no existió voz. A veces es mejor que no exista audición si las retrasmisiones de las últimas del Mallorca se trompiconan todo el rato. Un Mallorca que, dopados de populismo, ofrecieron la puerta de salida a los profesionales de IB3 negándoles el derecho a la información, causa de un problema que a saber la culpa que tenían las personas de la televisión desplazadas al estadio que soportaron una rabieta de primaria.
Se avecina reunión. El mediador está asegurado. Es trendy y están por todas partes. Anteriormente, un conflicto de párvulos aturdía en el campo pero tiempos pasados siempre fueron perores. Se suele decir mejores pero el Mallorca es otra cosa. Manolo Reina también lo es. Presenciando diecisiete minutos, el Villarreal B dominaba y los de Vicente Moreno sufriendo y a merced de los amarillos. Es igual. La etiqueta de grande ahora la lleva el Mallorca y son estos partidos sin merecimiento ni autoridad cuando distingues un equipo poderoso de verdad. Así, que todo sea por unos cuantos bufferings.