La lesión de Oblak, entre tres y cuatro meses de baja, ha abierto de nuevo las puertas de la titularidad a Miguel Ángel Moya. El mallorquín quizá se encuentre ante la última oportunidad para reivindicar su papel en la portería del Atlético de Madrid, un grande que atraviesa un momento delicado debido a las lesiones, los malos resultados y el escaso juego desplegado en las últimas fechas.
No voy a descubrir a Moyá a estas alturas de la película. Con 32 años vive un momento importante en su vida deportiva que debe, necesita, aprovechar si quiere mantenerse en la primera fila del fútbol español unos cuantos años más. El meta mallorquín siempre ha sido un seguro de vida. Desde que inició sus pasos en el Mallorca B, allá por el año 2004, su carrera ha ido subiendo como la espuma, si bien desde su llegada al Atlético ha vivido momentos difíciles sentado en el banquillo. Su buen trabajo le sirvió para hacerse un nombre en el complicado mundo del fútbol y ser traspasado al Valencia. En ese momento el club levantino vivía momentos de gloria, pero no tuvo suerte y aunque rindió a buen nivel en su primer año, apenas lo hizo el segundo. Ya en Getafe sí pudo demostrar su valía. Fue titular prácticamente tres temporadas consecutivas, alcanzando un gran rendimiento y sobre todo mucha madurez para afrontar los difíciles momentos que atraviesan los equipos que luchan por evitar el descenso.
No se movió de Madrid pero cambió la camiseta azulina getafense por la rojiblanca del Calderón con la intención de mantener su progresión en la máxima categoría en un club que comenzaba a entrar en las quinielas para alzarse con cualquier título, nacional o europeo, como demostró ganando la Supercopa de España en 2014. Demostró su categoría y su valía el primer año, cuando fue el portero titular indiscutible y destronó a un fichaje como Oblak, pero una lesión le obligó a ceder su puesto al meta esloveno, que ya no se bajaría del pedestal.
Ahora, casi a mitad de temporada, una lesión de su compañero le va a permitir retomar la portería atlética, muy castigada en los últimos encuentros. Su calidad es indiscutible, su capacidad para sobreponerse a los elementos y a los malos momentos está fuera de dudas. Además, su profesionalidad le ha permitido ponerse de nuevo a tono después de pasar por el quirófano a finales de agosto por una lesión en la rodilla. La afición le quiere, le ha recordado incluso con pancartas de ánimo desde que fue intervenido, y confía en él. Simeone y sus compañeros, también. Su fortaleza mental, su calidad, su carácter y su buen trabajo diario le van a permitir vivir una nueva experiencia en una temporada complicada porque termina contrato. El sábado, ante Las Palmas y con el apoyo de su público, al guardameta mallorquín le llegará una nueva oportunidad. Seguro que la aprovecha. Suerte.