Después de varias semanas en las que una buena parte del mallorquinismo pedía a gritos un cambio en el dibujo táctico, por fin, Fernando Vázquez se atrevió a salir con un sistema 4-4-2, sacrificando su ya famoso trío de centrocampistas y dando entrada a Salomao en detrimento de Juan Rodríguez. De este modo, se concedía crédito a la idolatrada dupla atacante formada por Brandon y Lago Junior, asistidos en las bandas por Moutinho y el propio Salomao que, tras una buena segunda parte ante el Sevilla Atlético, se hacía merecedor de una nueva oportunidad en el once inicial barralet. Junto a ellos, una sala de máquinas formada por Culio y Juan Domínguez, escoltados por otro rotundo dúo, Yuste y Raíllo que, junto con las novedades en los laterales por la baja de Joan Oriol, conformaban un once más que interesante para intentar reconquistar el feudo ilicitano de tan grato recuerdo para la parroquia mallorquinista.
Probablemente, Vázquez puso toda la carne en el asador alineando lo mejor del equipo, por lo menos de medio campo hacia delante, a menos que Lekic, Pol Roigé o Dalmau consigan demostrar lo contrario, bien sea aprovechando las escasas oportunidades que les concede el gallego a los dos primeros o bien convenciendo, el tercero, al entrenador gallego en cada uno de los entrenamientos semanales. Y es que, con el permiso de Óscar Díaz, desacreditado públicamente por el propio Vázquez días atrás, el nivel de la plantilla no es del todo malo pero se me antoja insuficiente siempre que atendamos, claro está, a los planes de un Fernando Vázquez que se atrevió a mencionar una vez más la palabra ‘ascenso’ a la que añadió, por si ésta no fuera suficiente, el adjetivo de ‘directo’, en su comparecencia ante los medios de comunicación.
A todo esto, el Real Mallorca se enfrentaba a un Elche en horas bajas, con unos números más bien pobres en el Martínez Valero y con una dinámica muy similar a la del conjunto mallorquinista, con el que empataba a puntos minutos antes de la contienda.
En juego algo más que tres puntos: la ya utópica posibilidad de entrar en posiciones de playoff por primera vez en 4 años y dar, por fin, el prometido y ansiado ‘golpe sobre la mesa’ que se espera de este equipo desde hace tiempo.
En contra, la ‘inconstitucional’ sanción que recaía sobre Fernando Vázquez y la remodelación de los dos laterales del equipo: un Company que pasaba al flanco izquierdo para cubrir la baja de Oriol y un Pleguezuelo, casi inédito en lo que va de temporada, que entraba en el lateral derecho para reforzar al equipo y, de paso, su propia confianza.
Aún así, la balanza parecía estar a favor de los intereses del club palmesano. La jornada dominical amanecía temprano y con un moderado optimismo entre la hinchada mallorquinista la cual, en una nueva demostración de romanticismo, se organizaba una vez más para no perderse una emotiva cita que, con el tiempo, puede llegar a convertirse en una especie de obligada romería dedicada a venerar uno de los denominados templos del mallorquinismo. Desde aquí mi particular homenaje a este centenar de apasionados aficionados que, pondría la mano en el fuego, forman parte de los auténticos ‘Héroes de Pucela’ desplazados a Valladolid aquella dramática tarde de junio de 2016.
Pues bien, ni el cambio de sistema, ni el 4-4-2, ni Lago Junior y Brandon en punta, ni la horas bajas del Elche, ni la posibilidad de entrar en playoff, ni el desplazamiento de la afición a Elche fueron capaces de proporcionar a este equipo una dosis de motivación extra para volver a la Isla con un solo punto… ni tan siquiera, por respeto al Templo del mallorquinismo!
Llegados a esta situación me pregunto: ¿qué cabe esperar de este equipo?