La tercera acepción de la palabra crisis, según la Real Academia Española, dice así: “Situación mala o difícil. Un equipo en crisis.”
Sinceramente, me esperaba algo más de los académicos de las letras, así que no me queda más remedio que dejar a juicio del lector el considerar si el RCD Mallorca es o no, a día de hoy, un equipo en crisis.
Lo que sí que tengo claro, y en este sentido prescindo del comodín del público, es que el sábado pasado en Son Moix, ante el Real Zaragoza, Fernando Vázquez vivió una de las situaciones más malas o difíciles que puede vivir un entrenador en su propio feudo: ser abucheado por su propia afición. Y es que, todavía hoy, retumban los pilares del estadio por la tremenda bronca que recibió el entrenador gallego, motivada por el cambio de Lago Junior por Lekic. Y eso que la jugada le salió bien. No quiero imaginar qué hubiera pasado en caso contrario.
Pero hoy, en contra de todo pronóstico, no he venido a hablar sobre Vázquez, ni sobre la conveniencia o no de que siga al frente del equipo, evitando así alimentar un debate más que socorrido y cansino que no conduce a ninguna parte. El centro de atención del artículo de hoy no es otro que la afición mallorquinista y la auténtica crisis que viene sufriendo desde hace mucho tiempo.
Al igual que los jugadores, el entrenador o la propiedad, el aficionado puede tener días mejores o peores y, si bien es cierto que la noche del pasado sábado no se recordará por ser precisamente buena, sí que se recordará por ser el día en que la afición mallorquinista dio un paso al frente (a diferencia del equipo) y dijo basta. Probablemente muchos estarán de acuerdo en que la reacción del público de Son Moix fue desproporcionada en cuanto a los hechos acaecidos ya que al fin y al cabo, estamos hablando de un simple cambio de jugadores, que además dio sus frutos, pero una gran mayoría logrará entender que el polémico cambio fue la chispa detonante de un incendio que se venía anunciando desde mucho tiempo atrás… quizás demasiado. Aunque tampoco nos engañemos: Vázquez fue la cabeza de turco y el blanco de las iras de una afición muy cansada de promesas y mentiras pero quien debe recoger el guante no es el equipo (que salió aplaudido del estadio), ni es el entrenador (a pesar de su desafortunada intervención en la posterior rueda de prensa), sino Maheta Molango. La bronca del sábado supone un pulso hacia su figura.
La paciencia de la afición bermellona parece haberse agotado y ésta ha mandado un dardo envenenado al Consejero Delegado, quien debe demostrar su destreza resolviendo este tipo de situaciones, que para ello también cobra. El Sr. Molango, a estas alturas, debería saber que el mallorquinista ya no va de bromas. Son demasiadas las temporadas haciendo de tripas, corazón y renovando abonos e ilusiones con finales de infarto y desplazamientos dramáticos que van dejando mella en una afición cada vez más desencantada con su club de toda la vida. Aunque también es verdad que, como dice el bueno de Gabriel Fiol, pasados seis días, el sufridor mallorquinista parece haber olvidado el desastre de la jornada anterior y es capaz de encontrar argumentos y motivaciones para afrontar, con un insospechado optimismo, el siguiente partido, lo cual todavía hace más grande a esta afición.
Hoy, para despedirme, y como homenaje a la sufrida afición del Mallorca, me gustaría mencionar el tuit de un aficionado que no me dejó indiferente:
“Bona nit mallorquinistes, sou lo millor, que ningú vos faci sentir culpables” (@xavism91).