Todo lo acontecido al
partido siempre fue abundantemente mejor.
El pasado sábado era
una fecha marcada en rojo, nunca mejor dicho, para el mallorquinsimo.
Se cumplían exactamente 100 años de existencia del club. Los actos
previos al partido, quedando reflejados en la figura de Robert Sarver
y Steve Nash, se llevaron infinitamente más elogios que el propio
encuentro. Fue pitar el inicio del partido el colegiado y todo lo
fastuoso se diluyó. La fiesta del Centenario regaló los tres puntos
que le concedieron al equipo bermellón por pura solidaridad. Al
final el que marca el devenir del club es la plantilla y sus
resultados.
Desgraciadamente la
realidad es otra.
Sería indecoroso disentir que el Mallorca ganó
al tercer clasificado y rompió una racha oviedista de 12 partidos
sin doblegar la rodilla. Pero los de Fernando Vázquez realizaron los
mismos noventa minutos que en anteriores encuentros. Sin propuesta ni
peligro alguno hacia los azulones, se llevaron el premio de la tarde.
También, apunte relevante, ayudado por un colegiado que parece ser
disfrutó de un buen plato de paella servido por el propietario del
club.

Se llenó Son Moix con
la inconsciencia de muchos.
Fue y será la mejor entrada desde
que el Real Mallorca descendió. Es curioso pero muchos de los
aficionados que fueron al estadio se quedaron atónitos viendo lo que
ocurría en el terreno de juego, o más bien lo contrario. El
desconocimiento era tan mayúsculo que no creían como un partido
podía llegar a tener tan poca trascendencia. La ignorancia de que el
Mallorca del presente está en Segunda y va quinto por la cola.