El 2015 para el Real Mallorca ha
sido un año en el que la alteración institucional se ha reducido casi por
completo por la nula fragmentación de poder. Cosa que hace para muchos no padecer
dolores de cabeza, aunque algunos los siguen arrastrando. En cuanto al tema
deportivo, el club sigue merodeando la parte baja sin poder mirar arriba,
porque en todo el año ha mirado lo más mínimo por debajo del hombro. Una
temporada que acabó en Anduva sin el objetivo del ascenso y que en la actual
sigue con el mismo propósito pero con una mayor envergadura dado el despliegue realizado
por los que mandan. Pero siguen sin estar a la altura.
El nuevo año tampoco se pueden
hacer milagros. No es difícil mejorar el actual. Antes de dar la bienvenida al
2016, existen 12 puntos por los que hay que pasar sí o sí. Pero como el
Mallorca se le suelen atragantar los tres puntos, los goles y el estar en
posiciones de playoff de ascenso, se ejecutará por la mitad. Con un respiro de
por medio:
       
I.           
Los reyes de Oriente trajeron un nuevo dueño al
Mallorca. En realidad no llevaba detrás la L de novel en la planta noble de Son
Moix, ya que aterrizó en el club mallorquín en noviembre de 2010. Pero ahora su
apuesta era mayúscula. Primero llegó a un acuerdo con Pedro Terrasa para
comprarle su parte, después se lanzó a por las acciones del grupo de Serra
Ferrer (94,4%) y en el mes de mayo agarraba lo que le quedaba. Ese 5,6%
atesorado por Gabriel Cerdà, que con esa diminuto cifra se mantuvo un tiempo
con el bastón de mando del club mofándose y dejando en ridículo una institución
casi centenaria. La llave, que ninguno (Serra Ferrer y Gabriel Cerdá) llego a
tenerla plenamente, fue un pacto de sindicación de lo más novelesco visto en el
futbol español. Al final para que el señor juez dicte que dicho instrumento no
tiene validez. Siempre acaban mal todo negocio falaz en un equipo deportivo,
donde, en este caso, dos churumbeles se tiraban piedras llevando maletín en
mano y en cuerpo de sexagenario. Para haberse abierto las dos cabezas…
     
II.           
Con el teutón como máximo accionista, era la
hora de montar su alineación en el consejo de administración. Con la estrella
del equipo como vicepresidente. El señor Monti Galmés, que se presentó al acto
del nuevo consejo con una bufanda al cuello y con sonrisa incorporada durante
toda la velada. Primero fue Monti, después llegó Pedro Sánchez. La ilusión del
nuevo vice era plena. Utz lo presentó como un seguidor y socio de antaño
colocado en la tribuna descubierta sin faltar a ningún encuentro de su equipo.
Dicen algunos veteranos situados en la misma zona en la que supuestamente se
sentaba Monti, que después de ver las fotos del once inicial de Utz Claassen,
afirmaban no haberlo visto nunca. Lo que no podremos achacar nunca a Monti
Galmés es la alegría que siente cuando los aficionados en Son Moix corean su
nombre. Pero, sin querer chafarle el entusiasmo, no sabe que en realidad no
dicen Monti, sino Timon. Al repetir muchas veces el nombre de Timon se
convierte en Monti y viceversa. Probadlo en casa.
   
III.           
El mercado de fichajes invernal fue la clave
deportiva de la mejoría del equipo. Aunque fueron cuatro jugadores firmados
(Joselu, Xisco Jiménez, Héctor Yuste y Albert Riera) solo dos dieron el
rendimiento esperado. Yuste y Xisco. Y menuda productividad aportaron. El
cartagenero, el único que sigue en la plantilla actual, dio el equilibrio que
echaba en falta el equipo. Siempre quedará en la retina cuando en la
presentación de Héctor Yuste el tres de febrero, Anette Claassen dijo aquello
de “Yuste para mí es nuestro Schweinsteiger”. Y en cuanto al mallorquín dio el
aire que necesitaba el Mallorca. El de Santa Ponça nunca se había vestido antes
de rojo. Y vino, hizo su trabaja y se fue. Xisco tenía todo en la isla pero el
nuevo proyecto con el nuevo míster a la cabeza no le convencía por experiencias
ya quedadas atrás con el que sería el entrenador del Mallorca para la temporada
que venía, Chapi Ferrer. Seguro que muchos se arrepienten de haber dejado
escapar al delantero calvianer. Ha sido, sin duda, el mejor fichaje del año
natural. Pero si seguro se arrepienten de algo el Mallorca es de la llegada de
Albert Riera. No había barullo ya en los despachos, como para que viniera un
futbolista semiretirado, con aires de líder y de agitador profesional. Otras
experiencias lo avalan. Tanto es así, que el Mallorca le puso hasta un pleito
al jugador por ponerse en rebeldía el 18 de mayo. Rendimiento de Riera: no se
contempla.
   
IV.           
Valeri Karpin marchó. Se fue destituido el nueve
de febrero con la cabeza alta. Ya no estaba en el proyecto que le había
prometido el entorno de Dudú Aouate. Perdón, nunca estuvo. Residió en un club
en esos momentos desamparado donde cualquier cleptómano podía echar de mano y
bolsillo. La tercera derrota consecutiva frente al Leganés fue la gota que
colmó el vaso, ya que dejaba al equipo en el precipicio. Fueron casi doce horas
de negociaciones, ya que el ruso tenía otro año de contrato. Karpin se fue
perdonando el 80% de su ficha y consiguió que sus ayudantes cobraran la
totalidad del sueldo. Siempre quedará la respuesta de: “Aquí es día a día”,
refiriéndose al partido a partido del Cholo Simeone y la sinceridad
característica sin importar el dónde y el cuándo. Al final el chándal quedó en
agua de borrajas.
     
V.           
Y volvió Miquel Soler. Un día después llegó el
de Olot para hacer de un equipo mediocre, una plantilla que nada se les podría
escapar. Era su mensaje, que ya antes de ser el míster y mientras aún estaba
Valeri Karpin sentado en el banquillo mallorquinista, Soler daba clases de buen
juego. Eso sí, esta vez sí firmó. Se fue corriendo al Tribunal de arbitraje
balear (TAMIB) para retirar de inmediato la denuncia que había interpuesto,
junto con Vicente Engonga y Xim López, al Real Mallorca. En la primera etapa
estaban sin contrato. Eran como unos paletas. Pero la gran diferencia es que
ganaban cuatro veces más que estos. Una de las frases del Nanu en su
presentación caló incluso. “Les he dicho a los futbolistas que hay margen de
mejora y la mayoría de ellos está por debajo de su nivel. Están dando un 70% de
lo que pueden dar y les he pedido que me digan dónde está el 30% que les resta».
Todo un filósofo.

   
VI.           
La mala relación del vestuario y los malos
resultados, ya no dieron una tercera oportunidad a Miquel Soler. La plantilla
no estaba con el míster en su planteamiento. Una idea de juego que no compactó
con los jugadores. Pero el desenlace del cuento lo escribió Utz Claassen. Con
solo ver un programa de Gran Hermano, se parapetó en una sala, se metió en el
papel de Súper y fue llamando un a uno a todos los jugadores de la plantilla.
Soler no aceptó pero llegó hasta la última jornada de liga. Su etapa en el
Mallorca llegó a su fin.