Conversar de lo frustrante que es para un futbolista
perder un encuentro parece casi ilógico, lo que sí es necesario analizar es el
ver contra quién se pierde un encuentro.
Foto: voetbalblog.nl

El Feyenoord tuvo que revivir viejas pesadillas al caer
en casa ante su histórico rival el Ajax, en donde lo ríspido se impuso a lo
futbolístico, donde se dejó de jugar para empezar a vivir un Clásico.
Además del resultado final, el centro de atención fue el
juego que hizo Graziano Pellé, quien una vez más protagonizó una jugada
antirreglamentaria con el codazo que le propinó a Joel Veltman, la cual el
central Kuipers no señaló, pero que en horas posteriores fue sancionada.
Difícil de creer el que un profesional termine
recurriendo a la violencia para exteriorizar su molestia, sobretodo en un
experimentado jugador de 27 años. Pero, sea como sea, ninguna persona se parece
a otra. Realmente parece increíble, pero, hemos de ponernos en los botines del
italiano. Si lo hacemos, la perspectiva girará de violenta manera:
1.    Primer tiempo espectacular del Feyenoord:
posesión, llegadas, dominio del centro de la cancha y una afición que no dejó
de apoyar al conjunto. Dentro de todos esos escenarios positivos el visitante,
gracias a un error, empata el encuentro faltando 40 segundos para el pitazo
final de la primera mitad.
2.    Segundo tiempo similar, mucho dominio local,
pero con el estigma de haber permitido un gol en uno de esos momentos delicados
del partido. Cuando más había incertidumbre por lo que se daba en la cancha cae
un segundo gol visitante. Otra vez, error de entrega del balón.
Dos situaciones que realmente frustran a cualquiera, y
eso que también podríamos agregar la falta de respuesta ante el segundo gol con
menos de 20 minutos en el marcador.
La tristeza, el dolor y la ira se exteriorizan con
violencia, a veces desmedida, pero la experiencia parece indicar que es la
manera más adecuada. De ninguna manera se puede apoyar la violencia en los
estadios, menos en Holanda; la rivalidad de Ajax y Feyenoord ha hecho correr
sangre desde tiempos inmemoriales. Pero es importante, en este caso, hablar del
Capitán del Feyenoord, un Capitán que debe ser el reflejo de lo que viven sus
compañeros en la cancha, de lo que sienten, respiran, viven; sin lugar a dudas
el golpe lanzado por Pellé es la prueba viva de la ira que irradiaban sus demás
compañeros.

Al final, el resultado de esta acción deja a todos
perdiendo: al Feyenoord lo deja con escasas aspiraciones al título, lo deja sin
su mejor jugador por dos semanas y este ha perdido la capitanía del conjunto de
Róterdam. La ira, lamentablemente, tiene sus consecuencias.

Leonardo Quintón