Con la copita licorera en
la mano y el piñón en la otra, la Navidad vuelve a cortar en dos el
soberano ritmo de la competición doméstica. Atrás queda un año en
el que tanto Barça como Real Madrid han vuelto, sin querer darse
cuenta, a los años noventa. En medio está un Atleti que, con
mejores visos, también ha vuelto a los años del crédito loco y la
muerte pensada de la peseta.
Foro de especulaciones y
bola de cristal de oráculos de pecera y tipógrafo, el lamento
boliviano del fútbol nos dejaba al inicio de la campaña la duda
turronera de marras. Llegó precavido y recomendado el ‘Tata’
Martino a Barcelona sin pisar el ascua ardiente de la catalanidad
para defender la continuidad del modelo pero no entristecer a Piqué
privándole de pases largos. Con estas gotas de anís sobre el
tapete, todos ponían al pobre argentino mirando a Xixona en las
consecuentes Navidades. Sin embargo, aunque con turrón del duro, el
‘Tata’ ha aguantado la mordida y tendrá que ver cómo la
digestión de la tableta le durará hasta el último gran verano.
Al otro lado del puente
aéreo, las huestes florentinas intentan reubicarse en la nueva grada
joven mientras imploran a los nimbos de la Castellana una rodilla
nueva para Varane y unas gafas como las de Cristiano Ronaldo para las
hazañas bélicas de Sergio Ramos en una defensa próxima al Río
Kwai. A Ancelotti intentaron españolizarle el equipo sin saber si
subía o bajaba la ceja, lo que hacía pensar a los acólitos del
mourinhismo que el italiano del níveo cabello se iba a comer el
azulejo almendrado en las huertas de su cara Emilia-Romaña.
Sendas Champions de
primera fase en modo avión y una competición doméstica domeñada
por las portadas de Messi y los desequilibrios desequilibrantes de un
Madrid que juguetea con árbitros, comités, expulsiones, fallos
defensivos, eficacia goleadora y disidentes demaríanos deja un
curioso panorama para la apertura de la primavera. Mientras
Pellegrini saluda con el hacha a Martino, Ancelotti no pega ojo
cavilando en qué momento las luces de su árbol de Navidad se
volverán locas y si lo electrocutarán justo cuando la mitología
europea eche sus alas al vuelo de la tonante estación de Botticelli.

A Brasil llegará la
Armada Española con mucha sangre en la casulla y muchas cabezas
cortadas por el camino. Difícil tránsito el de los dos colosos de
nuestra Liga cuando los estadios pequeños de la geografía
meridional se vuelvan gigantes, con la promiscua, rabiosa y sabia
Europa pintándose la peca en la lontananza del tiempo.  

Mario Becedas