El régimen franquista, a medidados de la década de los cincuenta, comienza un ligero proceso de apertura e internacionalización que repercutió de manera drástica en el deporte nacional: el Real Madrid se embolsó las cinco primeras ediciones de la Copa de Europa, insuflando a España de prestigio como país de fútbol, y el consecuente aumento en la llegada de jugadores extranjeros. Por entonces, Jaume Roselló, sentando en la silla presidencial del Mallorca, forjaba su primer gran éxito. El binissalemer, tras reinstalar la paz institucional, consiguió llevar el navío bermellón de Tercera a Primera división en tan solo dos años. El club balear dejaría de ser un ascensor entre Segunda y Tercera para sentarse, por primera vez, en la mesa de los mayores.
Para ello, el banquillo necesitaba a alguién con la misma voracidad ganadora que su presidente. La buena relación de Roselló con Alfredo Di Stéfano propició la llegada de su amigo Juan Carlos Lorenzo como entrenador-jugador. Maniático y puramente resultadista, fue su deseo de ganar sobre todas las cosas el que le convirtió en una de las figuras más importantes de la historia del Mallorca.
Una Segunda división (1959-60) dividida en dos grupos de 16 equipos, según su proximidad geográfica, garantizaba tres puestos de ascenso: para los dos primeros y para el vencedor del partido entre los segundos clasificados. El 17 de abril de 1960 se llega a la última jornada con todo aún por decidir. El Córdoba, primer clasificado, se desplaza a Cádiz para jugar contra un San Fernando al que, situado cómodamente en media tabla, no le quedaba ningún objetivo por cumplir. El Mallorca, con dos puntos menos que el líder, jugaría a domicilio ante el Levante. Los cordobeses cayeron derrotados, mientras que el Mallorca se sobrepuso por 1-2 en el Estadio de Vallejo, con goles tempraneros de Julià Mir y Rodríguez II. Aquella sagrada tarde, el Toto Lorenzo alineó a: Zamora; Guillamón, Diego, Cobo; Bolao, Currucale; Czoka, Julià Mir, Laguardia, Oviedo y Rodríguez II.
50.000 aficionados recibirían a los héroes en el Puerto de Palma, para llevarles en volandas y jolgoriosa procesión hasta la Plaza de Cort. Vallejo acababa de escribir la primera página bañada en oro de la historia mallorquinista y marcaría, con el paso de los años, el santo y seña de un club acostumbrado a sufrir.
«Sa Llotja» pretende, a modo de museo y a través de fotografías, personajes, partidos históricos, portadas de periódicos… exponer la historia del Real Club Deportivo Mallorca. Cada jueves, una nueva entrega: