Poca queda hoy en día. Todos seguimos a las masas, las corrientes, las modas. Solo unos pocos -y afortunados- son capaces de vestir, actuar, trabajar a su manera. Vivir a su manera. Y entre ellos, los que consiguen no cometer el craso error de fallarse a si mismo gozan de ventaja sobre el resto de mortales. Vicente Moreno ha mantenido la misma línea de trabajo desde que llegó. Su plan de ruta es sencillo pero laborioso. Discreto pero no menos efectivo. Ha sabido mantener su identidad y trasladarla a sus pupilos. Montar un grupo sólido en vestuario y en la cancha. La solidaridad y compañerismo en el terreno de juego es en Segunda B lo que la pócima de Panorámix a los guerreros galos en Astérix y Obélix: todo. La fuerte, que no difícil, personalidad del míster les ha dotado de un coraje que costaba recordar en el verde de Son Moix.
Identidad: Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracteriza frente a los demás.
La alineación y los cambios apenas varían de una semana a otra. Lo normal es que, en un grupo así, de profesionales, saltasen envidias y quejas. Los grandes egos del equipo -si los hay- están más que calmados y controlados. Ahora, tras la exhibición de Ferran Giner, Moreno deberá erguirse como el amansador de fieras que parece ser y tratar, con delicadeza, el retorno de Lago Junior al once. La polivalencia del costamarfileño en el ataque le facilitará un puzle de pocas piezas, pero difíciles de encajar sin faltar al rendimiento de ninguno de sus cachorros.
Volviendo a lo de no fallarse a uno mismo. En algún momento de la temporada vendrán mal dadas. Los rebotes favorecerán al rival y los goles no entrarán con esta facilidad pasmosa. Entonces, veremos si la identidad de Vicente ha calado suficientemente hondo en sus jugadores y afición, cuando ambos decidan mantener -o no- la confianza que le han otorgado. O si él mismo es capaz de aguantar la tempestad y no sucumbir. Tendrá que andarse con cuidado. Decepcionar al prójimo tiene un mejor arreglo que decepcionarse a si mismo.