Pocas sensaciones más bonitas que volver a casa. Al nido. Volver a pisar tu tierra, tratar tus gentes y retomar las rutinas que un día te parecieron aborrecibles. Xisco Campos vuelve a su isla y a su club. Hubo un día que yo también volví. Solo tenía 16 míseros años y había estado lejos un solo año, pero me hago una idea de lo que sentirá el binissalemer. Ese cosquilleo es impagable.
Xisco salió a los 23. Quizás un poco tarde para un jugador que seguía jugando en el filial (aunque debutase con el primer plantel), pero la insularidad siempre es un obstáculo. Te lo piensas dos, tres y cuatro veces para salir de Mallorca. Desde entonces, el defensa de Binissalem ha trotado por innumerables campos, de plata y bronce. Aventuras y desventuras, encuentros y desencuentros, pero mucho tiempo. Quizás demasiado para un chico que nunca ha renegado su amor por la bermellona. En las inferiores se enfundaba el brazalete semana tras semana. Los primeros amores que nunca se olvidan. Para Xisco, el Mallorca fue ese amor.
Además, Xisco no ha tenido pista libre para retornar. El año de contrato que le quedaba con la Ponferradina y su cláusula de un millón de euros hacían inviable la operación. No obstante, ha puesto todo de su parte para volver. Y cuando se dice todo, es todo. El defensor mallorquín ha tenido que pagar parte de esta cláusula de su propio bolsillo. Tal vez el billete de vuelta no haya sido barato, pero se asegurará de que sea provechoso.
Al contrario, otros como Damiá o Brandon buscan salir. Pero es natural. Lo ajeno, lo lejano, atrae. Ambos son jóvenes y tienen suficiente fútbol en sus piernas como para salir y recorrer mundo. Los que nos quedamos esperándoles en casa deseamos fervientemente que algún día sientan esa necesidad de volver a casa. Que puedan compartir ese cosquilleo que siente Xisco, y que sentí yo.